13.7.15

Los sueños del inventor

(Texto y fotos: Laura Muñoz)

En las cajas de lápices guardan sus sueños los niños
Ramón Gómez de la Serna


Estado fisiológico: Reposo del organismo para la autorregulación. Baja el nivel de actividad fisiológica. Respiración tranquila. Presión sanguínea moderada. Y estímulos externos poco funcionales. Casi nulos.
¿Lo tienen?: sueñen.
(disponibles los sueños de autores invitados al final de esta crónica)


"Aunque me encuentre delante de una persona culpable, no es fácil declarar una pena a nadie"
Giancarlo de Cataldo



De Cataldo está en la Semana Negra de Gijón para presentar "Roma Criminal", el sueño que le persiguió desde sus ocho años. Todo culpa de Emilio Salgari. Sintió, siendo niño, la necesidad de escribir: fantaseaba con ser novelista, guionista de cine; crear sus propias aventuras. Pero sus padres, a pesar de apoyarlo, quisieron que tuviera un título universitario que le asegurara un futuro. Accedió, claro, sabiendo que se trataba de una condición y teniendo la certeza que esa sentencia no era negociable. 
Giancarlo llegó a ser, y es, juez del Tribunal de lo Penal en Roma. Cumplió las expectativas de sus progenitores y, a la vez y casi sin darse cuenta, adquirió los conocimientos y experiencia necesarios para poder escribir novela de género y conseguir la verosimilitud necesaria en toda novela de calidad. También sin ser muy consciente y animado por un amigo, comenzó a leer novela negra. La situación parecía hecha a medida y algo cómica: con 27 años consiguió plaza como juez al superar las oposiciones, se casó y se rompió un brazo. Muchos cambios. A priori sin mucho nexo. Pero sí: había cumplido el trato acordado con sus padres, su vida tenía una estabilidad y su brazo le obligó a permanecer algún tiempo de baja. Horas disponibles para leer y escribir. Para hacer realidad el sueño de un niño de ocho años que se había alimentado de las aventuras de Salgari.

Empezó con poesía, que destruyó "por lo mala que era" (sonríe). Decidió probar con novela y "pido tranquilidad, ese experimento también fue destruido". Un proceso de ensayo-error donde el autor fue limando y aprendiendo.


Pero el estallido. El sueño de niño en la vigilia: una historia sobre el racismo en Italia, coincidiendo con la llegada de los primeros inmigrantes. Debate abierto en un despacho editorial, pues tenían ante sí una muy buena trama pero ubicada en los años setenta. El grupo editorial, al principio, no tenía muy clara la decisión que tomar con el trabajo de Giancarlo puesto que eran conscientes que la época no interesaba a los italianos en ese momento; representaba la llamada edad de plomo, caracterizada por la estrategia de la tensión: crear una situación de terror que justificara la instauración de un estado policial. Además, De Cataldo había utilizado nombres de personas reales y vivas y representativas en la sociedad italiana, cosa que turbó al consejo editorial porque "a la política hay que tratarla con cuidado". Pero decidieron convocar a votación y, gracias a varios jóvenes a los que sí les apasionó la novela y un par de "votantes" algo más mayores que pertenecían a la tradición de la novela negra, obtuvo el visto bueno. Su editor lo hizo entrar en la sala de reuniones y pronunció un "ya eres uno de los nuestros".
La novela fue publicada un 30 de octubre y el 2 de noviembre empezaron a llegar ofertas para su adaptación cinematográfica. 

Pero De Cataldo sigue siendo juez. Lo utiliza. Ve la cara de mafiosos. Los estudia. Ha trabajado en cárceles y tiene claro lo que significa decidir una condena. "Aunque me encuentre delante de una persona culpable, no es fácil declarar una pena a nadie". Y, sobre todo, ha adquirido la capacidad de entender cuando no hay que exagerar y sabe que no tiene que convertirse en juez famoso por escribir condenas, no necesita ser protagonista de un caso a nivel nacional aunque sí le gustaría ganar un premio literario como El Planeta, "aunque a los autores de novela negra no nos otorguen premios". Recuerdan a Padura, entonces, y su Premio Princesa de Asturias.
Escribe, afirma, porque a través de la ficción llega donde no es posible con su trabajo como juez: la sentencia contesta a la pregunta de si alguien es culpable y la respuesta sólo depende de las pruebas que tenga. En sus novelas es él quien decide si un personaje debe ser culpable o no.
Y un último pellizco para acercarse, si se atreven, a "Roma criminal": cuando fue adaptada a la pequeña pantalla, recibió duras críticas por estar haciendo, supuestamente, apología del crimen y lo acusaron de alentar los jóvenes italianos a delinquir ofreciendo una imagen equivocada de la sociedad que estaba retratando. Oh! Sorpresa; algunas de las personas que lo acusaron están hoy implicados en casos de mafia.




"Es una cuestión de compromiso. La sociedad necesita saber qué esta pasando"
Luis Gonzalo Segura



Probablemente recuerden "Un paso al frente", la primera novela del madrileño y, hoy, ex teniente del ejército de tierra. Las miserias del Ejército español (ex)puestas al sol. Realidad y ficción atragantadas, porque no conviene y desemboca en un par de expedientes disciplinarios y un arresto de dos meses.
En esta XXVIII edición de la Semana Negra de Gijón, Luis presenta su segunda, y no menos polémica, obra. Había más, sí. La oscuridad tras los muros de un cuartel donde conviven secretismo, tortura y corrupción. "Código rojo" contiene un suicidio, basado en un hecho real, que quizás no fue. La investigación de vejaciones y malos tratos. Homosexualidad encarnada en uno de sus tres personajes principales. Y una investigación que puede costar la vida.

La ficción, no es ninguna novedad, queda por debajo de la realidad. La expulsión del Ejército de Luis Gonzalo sólo se hizo esperar un día tras la publicación de su libro.


Y es que intentar explicar la corrupción militar y cómo es posible que, a día de hoy, exista una parte del estado que sea un reducto ultraconservador que no ha evolucionado nada desde el año 75, es complicado y tiene su riesgo.

¿Sabían que somos la séptima potencia del mundo en producción y exportación de armas? ¿Que la cifra se ha multiplicado por cuatro? Lo peor: se conoce el punto de venta pero no el fin. 


Si esas armas son revendidas y, por tanto fuera de la legalidad, es algo que flota en el aire pero que nadie dice ni sabe. ¿O si?





Los disparos. Cuando el sol comienza a caer. Nuestros ojos. Compartidos. Aquí.



































































En Semana Negra sabemos que quieren saber. Al lío!


2.-Los sueños del inventor

En las cajas de lápices guardan sus sueños los niños
Ramón Gómez de la Serna


P.-¿Cuáles fueron tus sueños de niño y dónde los guardaste? ¿Cómo se traducen o reconocen en tus obras?

2.-Dreams of the inventor
Q: What were your dreams as a child and where did you safe guard them? How do you translate them or how are they recognized in your works?

Graziella Moreno: Sueños, muchos, principalmente los de vivir otras vidas, otras realidades, mucho más interesante que la propia. O quizá eso era lo que sentía en esa época. Uno de los sueños era, y sigue siendo, escribir, dar forma a las ideas, a los argumentos y a la imaginación. En lo que escribo, se perciben en los rasgos de los personajes y en las referencias a los libros que he leído. 

José Luis Muñoz: Para seguir viviendo no hay que dejar de ser nunca niños. Concepto niño como ilusión. De niño jugaba en mi cabeza; de mayor, sigo. Una historia es siempre un juego impredecible. De niño soñaba mujeres hermosas, las que veía en cuadros y esculturas, las que soñaba a través de unos cromos que salían en los paquetes de detergente sobre islas exóticas. Hubo una tahitiana de un cromo que me tuvo el seso comido durante años. Lo que daría por tener en mis manos ese cromo y todas las fantasías que generó. De mujeres hermosas están llenas mis fantasías literarias. De niño soñaba con perderme en paisajes exóticos. Cumplí el sueño. Conozco casi todo Extremo Oriente, pero me faltan los Mares del Sur. De niño mi ilusión era pisar Alaska siguiendo el itinerario de Jack London. El niño cumple su sueño cincuenta y cinco años después y está dos meses en el Oeste americano y un mes en Alaska. El viaje está en todos mis libros. Un libro es un viaje siempre.  

Carmen Moreno: No recuerdo más sueño que escribir. Bueno, también quería ser torero, un detective que descubriera misterios y un Apache. Del primer y tercer sueño no hay nada en mi obra. El segundo se llevó todos los laureles y eso es lo que soy a través de mis novelas.

María Inés Krimer: El abono de mis sueños fueron los libros que mi papá traía de una biblioteca pública. Me tenía que apurar  porque entraban a la casa los lunes y había que devolverlos los viernes. Así leí  Zola  mezclado con Julio Verne,  a Graham Greene con la colección Robin Hood: yo quería  ser la Jo de Mujercitas. Mientras ejercí la abogacía lo que más me interesaba era escribir las demandas.

Empar Fernández: Mi sueño no estaba en una caja de lápices, estaba por aquel entonces en una Lettera 32, una Olivetti de gama baja. Siempre quise escribir y publicar, desde que me dejé atrapar por los libros que mi padre, empleado de la Editorial Juventud, traía a casa siempre que podía. Y siempre supe que quería hacerlo persiguiendo una “autenticidad” que no sabría explicar pasados tantos años y que probablemente tampoco sabría reconocer hoy por hoy si es que algún día lo consigo. 

Manuel Barea: Todos tienen (o tenían) que ver con ser un héroe y como tal lograr hazañas y reconocimiento (estarán supongo en muñecos y disfraces), en lo que escribo se traduce en lo contrario, en no ser capaz de conseguirlo. 

Matías Castro: Mis sueños de niño han estado siempre sobre mis sucesivos escritorios de trabajo, tanto en redacciones de prensa como en mi casa y en mi biblioteca. Esos mismos sueños e imágenes son los que me han alimentado para convertirme en gestor del festival Montevideo Comics, para hacer libros de investigación de ciertos temas que se vinculan con esa etapa de mi vida, para guionar ocasionales historietas y también para convertirme en periodista de espectáculos y cultura.

Juan Ramón Biedma: Hasta donde puedo recordar, todos mis sueños infantiles estaban teñidos de sexo y violencia. Pero no creo que queden rastros en mi producción literaria.

Xuan Xosé Sánchez: En xeneral nun sé si tenía “suaños” de neñu, anque de xuru sí tenía sueñu. Nin siquier de mozu tenía sueños, salvo’l d’una Asturies meyor y que s’estime a sí mesma. Eso traduzse na mio poesía y nel mio teatro, non nes tres caberes noveles.

Antonio Garrido: Tuve la suerte de disfrutar de una infancia maravillosa repleta de aventuras fantasiosas y reales que agitaron mi imaginación hasta hacer de mí quien ahora soy. Aventuras en El Centenillo, un precioso pueblo minero abandonado en el corazón de Sierra Morena, rodeado de montañas y pinos, con viviendas inglesas derruidas que conformaban un paisaje a la vez idílico y fantasmagórico. Aquel pueblo guardaba apasionantes historias entre sus muros: historias de esforzados mineros andaluces y explotadores patronos ingleses, historias de lobos que en invierno se adentraban por sus calles, historias de túneles oscuros y pozos insondables. Mis sueños se unieron a los de aquellos mineros, junto a los que imaginé protagonizar episodios como algún personaje de “Los Cinco” de Enid Blyton. Los guardé siempre cerca de mi corazón y desde entonces me han acompañado al escribir cada uno de mis libros.

Alfonso Mateo-Sagasta: Mi sueño era vivir muchas vidas, y me desdoblo en todos mis personajes. El principal atractivo es precisamente que no se me reconozca. 

Mercedes Rosende: Más que sueños he plasmado pesadillas: familias con historias oscuras, secretos bien guardados, casas con muros que esconden rabia y envidias y crímenes.

Fernando Nuño: Mis sueños de niño son un balón pinchado. Porque, supongo que como los del noventa y nueve por ciento de los niños, giraban en torno a un balón. De modo que, si algún día los guardé, debió ser en una bolsa rota. Porque los balones que yo pateé siempre estuvieron cubiertos de barro. Ahora que estoy escribiendo una novela cuya primera parte transcurre en la infancia, caigo en la cuenta de que en ningún momento salen a relucir aquellos sueños.

Pere Cervantes: Mi infancia fue un mar en calma en lo que a sueños se refiere, de hecho solo recuerdo haber soñado (eso sí, casi a diario) con ser un futbolista del FCB Barcelona ☺) Tengo más sueños de adulto, será que la vida y sus zancadillas nos impelen a soñar con más frecuencia. Pero si he de ser sincero, muchos de mis sueños se están cumpliendo. Con la edad uno sueña con “posibles”, debo ser un tipo práctico. En mis novelas mis personajes viven en lugares que yo hubiera querido vivir, responden y actúan como yo alguna vez he fantaseado hacerlo. Lo confieso, mis únicas decepciones vitales vienen siempre precedidas por mis sueños.

Guillermo Roz: Mis sueños de niño fueron los mismos que los de los pibes de mi barrio: jugar en Racing de Avellaneda, tener un “karting a motor”, ver por una vez en la vida a papá Noel. Lo que pasa en la infancia siempre se traduce en la obra de cualquier escritor, soy de los que cree que ese tiempo es el verdadero paraíso perdido. Me parece que en mis libros hay una cierta candidez quizás plasmada en el humor, que viene de esos días de sueños sin fronteras adultas.

Cristina Higueras: Siempre sentí que tenía cosas que decir, que necesitaba expresar algo que bullía en mi interior. De niña, fantaseaba con ellos, jugaba con ellos, mis sueños eran mi mundo. Con la adolescencia, llegó otra forma de aprendizaje: el mundo de los otros, los sueños de los demás; los maestros y maestras que leía, la creación que veía en la pantalla o en el escenario;  en los cuadros y la música que admiraba, etc. Aunque aún no  comprendiese completamente todo ese torrente de ideas, ya me estaba alimentando de ellas. Y la vida con sus meandros y realidades siempre estuvo presente. La madurez fundió todo esto en mis propias creaciones. Y ahí está todo lo vivido, soñado y aprendido hasta ahora.

David Llorente: Mis sueños de niño no tenían nada que ver con la literatura. No los guardaba. Los expresaba abiertamente. No creo que mis sueños de niño se reflejen en mis textos. Los traumas, a lo mejor.

James Carol: As a child I wanted to be a rock star. I imagined myself jetting around the world, recording albums and playing to thousands of people. When I hit thirty, I realised that wasn’t going to happen, so I decided to become a writer. I absolutely love what I do and feel very fortunate that I can earn a living from writing. Occasionally though, I find myself daydreaming about being in the biggest band in the world. Winter is similar in this respect. He’s happy with the life he leads, but he believes there is a parallel universe where he’s playing keyboards in a successful rock band.

Irene X: Mis sueños de niño fueron enseñar a otros niños. Y como tal me hice profesora. Creo  que se pueden reconocer en mis textos en que alguna vez se me escapa algún consejo que no practico, algún 'deberíais', pero siempre como caricia, como nota. Nuca como aviso o advertencia.

Francisco José Jurado: Tenía sueños rarísimos; esto es: sueños de niño. 
Recuerdo que quería ser un gran conquistador. Una especie de Alejandro Magno, Julio César o Napoleón, o alguien así que unificase bajo la justicia de su espada este mundo puto. Ya se observa que no me gustaba el funcionamiento del mundo desde mi más tierna infancia. 
También soñaba con jugar en el Barça, pero estaba muy gordo. Sí, antes estaba gordo, ¿qué pasa?
Me preguntas "¿y dónde los guardaste?". Pues supongo que los guardé en el trastero de la madurez, ¿no? En el desván del paso de los años. Pero, francamente, con el primer sueño es tal vez lo mejor que haya podido pasar. Imagínate lo contrario, ¡por Dios! 
Y con el segundo, pueeees…; ¿qué quieres que te diga? Debo reconocerme que ni en esos sueños infantiles llegué nunca al nivel de Neymar, Messi o Iniesta, francamente. 
Mis sueños no tenían tanta imaginación.Eran sueños de los setenta. 

Y me preguntas también que "cómo se traducen y reconocen esos sueños o aspiraciones en mis dos novelas". Pues, mira, engarzando con la anterior respuesta, quizás se traduzcan en ese deseo de racionalización y ordenación del pequeño mundo beneguiano que intento crear en ellas. El inspector Benegas me sirve para limar y solucionar las aristas más turbias y desagradables de este mundo. Su investigación deja el mundo como debe quedar.
Digamos, parafraseando a Kant, que el inspector Benegas es: el instrumento del que me sirvo para que el asqueroso mundo que "realmente es", se convierta en el último capítulo de las novelas en el. mundo "que debería ser".    

José María García: Los guardo en la memoria deformada y en algunos dibujos. Fueron sueños de luces, vuelos, tigres y sexo. Creo que en mis obras los resortes oníricos generan un esfuerzo de precisión, por contraste de imaginación y desorden.

Ignacio del Valle: Hay siempre unas obsesiones recurrentes, en mi caso descubrir cosas, estar en movimiento tanto físico como mental son ineludibles. Experimentar, tener experiencias, de todo tipo, libros, viajes, gente, mantenerme perplejo, asombrado, admirado, apasionado. Sigo siendo un crío. 

Arturo Maciá: Mis sueños de niño no eran demasiado grandilocuentes respecto a una gran profesión o vocación. Siempre fui algo enamoradizo... y fantasioso. Realmente, me gustaba imaginar cómo sería el futuro. Por eso, cuando la ciencia ficción entró en mi vida, conquistó rápidamente mi corazón. Mis sueños imposibles eran ser el protagonista de películas, tan míticas para mí, como Terminator o Los Inmortales… en compañía de una protagonista con la que compartir mis aventuras… y mi futuro. Con el paso de los años, he ampliado muchísimo mis gustos literarios, cinematográficos, musicales y, en general, artísticos. Sin duda, aunque en un futuro no muy lejano me gustaría escribir historias de género negro y/o detectivesco, aquellas semillas de mi niñez y mi adolescencia han conducido a que mi primera novela, Divididos por Cero, esté enmarcada e influenciada parcialmente por aquellos sueños de ciencia ficción.

Jose Luis Miragaya: Quizás tenga que ir al psicólogo, no recuerdo ningún sueño de niño.

Marcelo Luján: De niños, incluso de adolescentes, soñamos con muchas cosas. Creo que con sólo uno de todos esos sueños maravillosos hecho realidad, tendríamos que considerarnos seres agraciados. Conozco gente (querida, quiero decir) a la que no se le cumplieron ninguno de sus sueños de juventud. Por lo tanto, si hemos cumplidos más de uno, somos seres absolutamente privilegiados. Los mejores sueños son los sueños secretos, los que guardamos donde nadie tiene acceso, ni siquiera en la ficción, ni siquiera los que volcamos todo y nos vaciamos mucho en cada una de nuestras obras de ficción.

Elia Barceló: A riesgo de sonar inmadura, puedo decir que no he cambiado apenas de sueños desde que era pequeña. Sigo creyendo en la libertad y en el amor por encima de todo, y en que la gente es buena en general. Sigo pensando que podemos hacer un mundo mejor si de verdad queremos y nos empeñamos. Ahora sé que lo difícil, entre otras cosas, es superar la avaricia que lleva a tanta gente a querer más y más sin que importe cómo y a quién se le arrebate; igual de difícil que no dejarse arrastrar por el tsunami de consumismo, deseos de fama rápida y fácil, belleza y juventud que unos pocos quieren vendernos para quedarse con nuestro dinero.
Pero eso no ha afectado a mis sueños: sigo queriendo salir del planeta y ver la Tierra desde el espacio, sigo enamorada de los viajes a lugares lejanos, sigo disfrutando de escribir una historia tras otra. Mis sueños están a flor de piel.

Javier Hernández: Oscilan entre el cielo y el infierno; a medio camino de la cabeza y el corazón. Nunca han estado escondidos, ni guardados, ni esperando. Incluso las esperanzas tienen su momento y su marca de caducidad. La pasividad e inacción son, en la guerra, forzosos aliados del vencido.

Noemí G. Sabugal: Pues quería vivir para escribir y escribir para vivir. A ver si lo logro.

Paco Gómez Escribano: Mis sueños de niño los eliminé de un plumazo en cuanto me di cuenta de que todo lo que nos cuentan es mentira. Estamos bastante mediatizados por el pedigrí con el que nacemos, por nuestro entorno, y eso no me gusta. No obstante nunca me he resignado y procurado dar toda la guerra que he podido. Lo que hago en mis obras es describir el entorno en el que vivido, retratarlo a través de las palabras, para que la gente se dé cuenta de que no todo es Disneylandia.

Selva Almada: De niña nada me gustaba más que leer, así que mi sueño era tener siempre libros a manos. Luego, a los 10 años, también mi sueño era ser periodista. Nunca dejé de ser lectora y siempre hay libros en mi vida, así que a ese sueño nunca lo resigné al baúl de los recuerdos. Y aunque Chicas muertas no sea un libro periodístico, para escribirlo, tuve que hacer un trabajo bastante similar al de un periodista, por lo menos a lo que el trabajo de campo se refiere, así que ese viejo sueño un poco vino a cumplirse con este libro.

Santi Blasco: Mi sueño de niño era vivir sin trabajar. De momento no lo he podido cumplir.

Loyds: Mis sueños de niño siguen ahí, latentes. Tienen que ver con la belleza y con la verdad. Creo que una de las cosas mágicas que tiene la literatura es esa impunidad que le otorga a los personajes de ficción de conseguir o decir cosas imposibles. Yo lo tomo como un salvoconducto ya que desde siempre me he resguardado en los libros.

Jorge Yaco: Soñaba con ser escritor,con la revolución y el socialismo. Mi obra habla de la desilusión pero también de la critica  al sistema y de una escéptica esperanza de cambio. 

Luis García Jambrina: Mi principal sueño era huir de mis pesadillas; en ellas trataba de escapar de una realidad que amenazaba con aplastarme, pero no lo conseguía, hasta que por fin me despertaba. También soñaba con huir de la pobreza, del frío, de la tristeza, de la incultura, de la mezquindad moral... Los guardé en una caja de galletas, de la que me he estado nutriendo todos estos años. Mis personajes también tratan de cumplir sus sueños y huir de su destino.

Tatiana Goransky: Iba a ser actriz (terminé convirtiéndome en dramaturga) y bailarina clásica (bailé hasta los doce, momento de encrucijada entre perseguir la carrera profesional o quedarme en el colegio). El sueño de caracterizarme en el escenario fue remplazado por el de construir personajes en papel. El de la bailarina clásica, se esfumó cuando me di cuenta de que el sacrificio físico y mental no se complementaban con el resto de mis deseos. Eso sí, nunca dejé de bailar, bailar “como si nadie estuviera mirando”, como decía Bob Fosse. Con respecto a la danza y los textos, creo que mis novelas están muy trabajadas desde un aspecto rítmico. Gran parte de mi entendimiento musical tiene que ver con la memoria del cuerpo entrenado.

Rodolfo Santullo: De niño soñaba con cosas bastante comunes, como ser explorador o bombero. Creo que los guardé bastante a flor de piel y aquellos sueños ahora pueden ser personajes que aparezcan en mis textos. 

Félix G. Modroño: Mis sueños siguen siendo los mismos, quizás en un vano afán de no dejar de ser ese niño que se dormía cada noche con un montón de historias descubiertas en los libros que su madre tenía que quitarle de las manos para que durmiera, sin ser consciente que algún día él mismo las escribiría. Los que han cambiado han sido mis miedos. 

Juana Salabert: El cómo se reconocen o se traducern tendrán que intuirlo mis lectores, a mí me resulta muy difícil. De niña soñaba con inventar mundos, con ser una y muchos y vivir siempre embarcada en una especie de viaje "continuo". Y no, no he guardado mis sueños de infancia, estos han crecido conmigo y asoman a la mínima, qué sería de la vida sin sueños, los primeros sueños, previos a toda "pérdida" de ilusiones.

David Barreiro: Tengo muy pocos recuerdos de mi infancia o recuerdos dispersos en todo caso. Casi siempre vinculados con un balón y con la calle, la única certeza de mi niñez, el lugar del que nunca te querías despegar. La casa era una cárcel. No creo que mis libros alberguen sueños infantiles o adultos, más bien frustraciones.

Alexis Ravelo: De niño soñaba con ser lo que soy hoy. Más guapo y acaso con más pelo y unos quilos de menos, pero quería ser lo que soy ahora: un escritor. En mis obras, esos sueños no están, porque nunca escribo acerca de escritores, que no me parecen personajes interesantes para los lectores. Pero otro sueño que sí tenía de niño era el de intentar luchar contra la injusticia y la miseria que producen los poderosos. Y eso sí, ese idealismo (acaso inútil) está en cada una de las páginas que escribo. En ocasiones, muy a mi pesar.  

Santiago Álvarez: De niño soñaba con ser una estrella de rock, con cambiar el mundo, con crear historias como las que leía: evidentemente, mis sueños siguen siendo los mismos. En la obra de cada autor creo que siempre emerge lo que somos, pero es importante que lo que somos aparezca como algo pertinente para el lector. Puede hacerse. A mi me cambiaron la vida los libros, quizás podamos devolverle a alguien ese favor.



Esto es Semana Negra... ¡y sigue!