Bienvenidos a bordo
Madrid - Lima - Nueva Zelanda
Se inauguran las ruedas de prensa de la XXVII edición de Semana Negra con un tema que hace, espontáneo, de columna vertebral. Se cuela en la conversación que mantienen, junto a Ángel de la Calle, los autores de novela negra Berna González y Santiago Roncagliolo. Ella dice no parar de aprender de los cimientos y escuchas y él añade que buscar la estructura en una novela es como “desmontar un reloj”.
Berna González
Berna es santanderina. Periodista. Alumna y docente en esto de crear. Utiliza la retroalimentación para seguir progresando y le da una importancia suprema a la estructura y, en sus lecturas, intenta “buscar las costuras que siempre deben aparecer en las novelas”.
Se estrenó como novelista de género policial con “Verano en rojo”, que editó RBA en 2012. Ubica la trama en Madrid, es verano y corre el 2010. Alguien sin documentar y muerto. Asesinado, exactamente. Aparece la comisaria María Ruiz para enfrentarse al crimen. Está complicado: aparentemente sin pistas, un muerto sin nombre y el mundial que atrapa la mente de la sociedad mientras pasan tantas cosas... Por suerte, está su compañero Luna. Y gracias que también está Tomás, que nada por las redes sin la necesidad de superficie para respirar. González liga el enigma de la investigación con el de la selección española en Sudáfrica durante el mundial de fútbol.
Tras dos años, la comisaria Ruiz vuelve a tomar forma a través de las manos de Berna con “Margen de error”, que comenzó a perfilar durante la puesta de largo de “Verano en rojo”. En esta ocasión, los suicidios en una multinacional coinciden con las protestas protagonizadas por los indignados. El parque de El Retiro de Madrid y un cuerpo inerte entre los setos. Ruiz acaba de recuperar fuerzas tras un fuerte cuerpo a cuerpo y pone todo su instinto y energía en resolver, junto a Luna, este macabro hallazgo. Pero las heridas duelen. Ruiz sufre. Y la pelea. No tiene más remedio que enfrentar su salud e intuición para salir viva de este combate que (re)presentan desigualdad y codicia.
Piensa, al igual que Ángel de la Calle, que hay una diferencia entre autores actuales, que evolucionan rápidamente, y la de los años 70, cuando el género en España comienza a arrancar. La novela de Berna es, sin duda, imagen y representación del crecimiento literario de rápido avance.
Piensa, al igual que Ángel de la Calle, que hay una diferencia entre autores actuales, que evolucionan rápidamente, y la de los años 70, cuando el género en España comienza a arrancar. La novela de Berna es, sin duda, imagen y representación del crecimiento literario de rápido avance.
Cada lectura, dice la autora, aporta conocimiento: las preocupaciones de una sociedad, sus comidas, los riesgos literarios, las estructuras nuevas. Intenta buscar las costuras que siempre deben aparecer en las novelas. Sabe que todo está basado en el ejercicio, no es el fin en sí mismo sino el camino durante la creación lo que realmente importa y hace crecer. Escribir es aprender, evolucionar y eso siente: el feedback ayuda, Gijón es un “chute de energía”.
Santiago Roncagliolo
Vive en España aunque nació en Lima. Además de publicar crónicas basadas en la vida de personajes como el poeta Enrique Amorim o el terrorista Abimael Guzmán, escribe habitualmente para El País Semanal y ha publicado tres novelas de humor: “Pudor”, “Óscar y las mujeres” y “memorias de una dama”. “Tan cerca de la vida” y “Abril rojo” son sus thriller.
Ahora, trae a Semana Negra su última publicación, retomando historia y personaje (Félix Chacaltana) en “La pena máxima”. 1978 en Lima. Las calles de la ciudad son espectadoras de la persecución y asesinato de un hombre que porta una misteriosa mochila. Lo sitúa en 1978 y lo ubica en Lima para asegurarse que la ciudad está desierta y postrada ante sus televisores: la selección peruana se juega mucho en el Mundial de fútbol de Argentina.
Ahora, trae a Semana Negra su última publicación, retomando historia y personaje (Félix Chacaltana) en “La pena máxima”. 1978 en Lima. Las calles de la ciudad son espectadoras de la persecución y asesinato de un hombre que porta una misteriosa mochila. Lo sitúa en 1978 y lo ubica en Lima para asegurarse que la ciudad está desierta y postrada ante sus televisores: la selección peruana se juega mucho en el Mundial de fútbol de Argentina.
Fútbol, lucha por sobrevivir, muerte y política conviven en este absorbente thriller, al igual que la reaparición de sus personajes después de ocho años en stand by.
Segunda rueda de prensa y tercer encuentro con los medios al filo del mediodía. Unos ojos azules observan, brillantes, a la prensa asistente. Con más de dos millones de lectores en todo el mundo. Contenta, jovial y con ganas de contar. Está acompañada por Juan Bolea que no esconde su admiración hacia los textos de la autora.
Milo Krmpotic :Vladímir Nabokov. Para pegarme un festín. Sería como poner a un troglodita a los mandos de un 747, una experiencia aterradora pero única.
Lorenzo Silva: Kafka. Para saber si era el excelso ser huano que pinta Gustav Janouch (quiero creer que sí, y que haya existido alguien así ya es esperanzador).
Sara Lark
Segunda rueda de prensa y tercer encuentro con los medios al filo del mediodía. Unos ojos azules observan, brillantes, a la prensa asistente. Con más de dos millones de lectores en todo el mundo. Contenta, jovial y con ganas de contar. Está acompañada por Juan Bolea que no esconde su admiración hacia los textos de la autora.
Christiane Gohl es una escritora alemana que escribe bajo los pseudónimos de Sarah Lark, Ricarda Jordan o Elisabeth Rotenberg. Llámenla como quieran. Gohl publica sus bestseller bajo estos diferentes pseudónimos y vaya usted a saber quién vino hoy a presentarse…
El caso es que sus editores decidieron que era mejor idea cambiar de identidad porque Christiane estaba siendo reconocida como ”la mujer de los caballos” por los más de 150 libros publicados sobre equitación.
Gohl siente debilidad por Nueva Zelanda, donde ha situado muchas de sus novelas, con tramas basadas en la cultura de los maoríes. Casi por “obligación” ha creado series de trilogías. Todo empieza con “El país de la nube blanca” (Ediciones B, 2007) y el gran pellizco sufrido por sus lectores. No podía ser que este gran éxito de ventas se quedara sólo. Que no continuaran los paseos de la mujer protagonista.
El caso es que sus editores decidieron que era mejor idea cambiar de identidad porque Christiane estaba siendo reconocida como ”la mujer de los caballos” por los más de 150 libros publicados sobre equitación.
Gohl siente debilidad por Nueva Zelanda, donde ha situado muchas de sus novelas, con tramas basadas en la cultura de los maoríes. Casi por “obligación” ha creado series de trilogías. Todo empieza con “El país de la nube blanca” (Ediciones B, 2007) y el gran pellizco sufrido por sus lectores. No podía ser que este gran éxito de ventas se quedara sólo. Que no continuaran los paseos de la mujer protagonista.
Con “Hacia los mares de la libertad”, su última novela, regresa a Nueva Zelanda, mostrando la estructura de una saga familiar durante la colonización de Oceanía. Con ella, recupera el espíritu de “En el país de la nube blanca”, novela con la que se presentó en el escenario literario de nuestro país.
Esta prolífica autora declara escribir diez páginas al día, por lo que en tres meses tiene, prácticamente, el primer borrador de una novela completa.
Y ahora sí. Segunda jornada de nuestro mundo paralelo. Las respuestas a la segunda pregunta planteada desde el universo Carroll. Alicia vuelve a revolotear.
Si hay un secreto del buen éxito reside en la capacidad para apreciar el punto de vista del prójimo y ver las cosas desde ese punto de vista así como del propio.
(Henry Ford)
Entrar en la mente de tu autor/a de referencia, ¿quién y para qué?
José Luis Correa: En la del Cortázar cuentista. Para captar su capacidad de dar la vuelta al mundo.
Santiago Rocagliolo: Yo entraría en la de Philip Roth, sobre todo por morbo ¿de dónde salió Sabbat, el titiritero maniaco sexual? ¿Y el líder anti sionista con implante de pene de Operación Shylock? ¿Y la idea de convertirse en teta para El Pecho? Dios, esa mente sería como un día entero de canal porno.
Pablo Sebastiá: Me gustaría entrar en la mente de Julio Verne, para saber si realmente fue un adelantado a su tiempo o, para regocijo de las mentes más inquietas, un viajero quién sabe de dónde o de cuándo que se instaló en el lugar y momento perfecto para hacer soñar a la humanidad.
Marcelo Luján: Son muchas las referencias porque, de algún modo, escribir ficción es poner a prueba la suma de todos los plagios. Pero me gustaría saber cómo funcionó Juan José Saer mientras escribía, por ejemplo, El limonero real.
Horacio Convertini: ¿Quién? Varios: Pablo Ramos, Simenon, Greene, Vargas Llosa, Selva Almada y siguen las firmas. ¿Para qué? Para robarles el chip.
Carlos Zanón: John Updike. Para ver cómo lo hacía.
Casimiro Torre González: Hubiera entrado en la mente de Gabriel García Márquez, para secuestrarle al genio que vivía en su cerebro.
Paco Gómez Escribano: Luis Gutiérrez Maluenda. ¿Para qué? Está claro, para ver cómo coño se le ocurre escribir las maravillas que escribe.
Gabriela Cabezón Cámara: Me gustaría entrar en la de Shakespeare un rato; me fascina su capacidad infinita de contar historias con alto lirismo siempre.
Valerio Bindi: Pasolini. Avrei voluto andarmene a spasso con lui. Matto e disperato
tra la Tuscolana e la Casilina. In mezzo ai nomadi. Vedere quel mondo mentre diventava questo, con quella luce e quella fotografia. Sarei andato con lui a cercare di capire che cosa avevano fatto delle mie pellicole quelli che le avevano rubate. E temo di sapere che le loro mazzate non mi avrebbero spezzato il cuore come fece la loro retromarcia.
José Carlos Somoza: Entrar no entraría en la mente de nadie. Las mentes por lo general son lugares insalubres y poco oxigenados con olor a urinario público, más aún la de un escritor.
Alberto López Aroca: En la de Alan Moore, para saber de una puta vez cómo termina su inconcluso “Big Numbers”.
Ana Colchero: Zola; para plagiarlo
Paco Roca: Estaría bien entrar en la cabeza de Miyazaki. Poder comprender cómo se plantea las historias, el aspecto visual y cómo convierte en interesantes y poéticos los relatos cotidianos.
Elia Barceló: Julio Cortázar, claro. Más que nada para comprobar si es verdad que coincidimos en tantas cosas como yo creo desde fuera.
Alexis Ravelo: Entrar en la mente de Cortázar para pasar un día viendo cronopios.
Víctor del Árbol: Albert Camus. Quiero saber cómo se ve el mundo sin raíces desde tus ojos. Quiero saber qué sentías al recorrer Argelia, cómo mirabas a tu madre en aquella casa oscura, notar la emoción en la boca del estómago el día que le dedicaste tu Nobel. Querría ver cómo fue tu última visión antes de estrellarte contra aquel árbol y saber si acababas de fumar el último pitillo sin ser consciente de que lo era.
Jesús Cañadas: Autores de referencia tengo muchos, y autoras también, pero probablemente me metería en la cabeza de Chuck Palahniuk, a ver si me pierdo dentro. O de Cormac McCarthy, para saber cuántos golpes de yunque le dio a Meridiano de Sangre antes de tenerla lista.
David Llorente: No tengo ningún autor de referencia. Pero me habría gustado saber cómo se las arreglaba Lou Carrigan para escribir una novela cada dos semanas.
Miguel Ángel Molfino: Visitaría la mente de W.Faulkner para deambular por sus mundos absolutamente fascinantes
Carlos Salem: Nadie y para nada. No quiero que se me caigan los ídolos. Ya he escrito y publicado lo suficiente como para saber que los autores podemos hacer cosas maravillosas en el papel y ser unos miserables en la vida.
José Luis Muñoz: Como John Cusack entraba en la mente de John Malkovich, José Luis Muñoz entraría en la mente de Robert Louis Stevenson. Stevenson, como Poe, London o Conrad, me inició en la lectura en aquellos tiempos lejanos en los que cogía un libro con auténtico placer y me evadía de la realidad. Aunque su vida fue corta, y anduvo siempre mal de salud, viajó mucho, y en eso intento emularle. Le observaría mientras escribía “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde”, le acompañaría hasta Samoa, su último destino. Además, de joven, tenía un cierto parecido con él.
Javier Diez Carmona: No se si tengo un autor de referencia o tengo un montón. Pero puestos a entrar en una mente, en la de H.P. Lovecraft, a ver de dónde sacaba sus monstruos. O para saber qué fumaba.
Nerea Riesco: Gabo. Porque quiero que (a veces) la vida deje de ser como es, y que sea como él la recordaba.
León Arsenal: No tengo. Tengo un montón de obras de referencia pero carezco de ese culto al autor que lleva a leer y atesorar ciegamente toda la obra de determinados escritores.
David Yagüe: ¿Un solo autor de referencia? Imposible, pero habrá que lanzarse. En este instante, me adentraría en la cabeza de James Ellroy, con temor a lo que puedo encontrar allí, pero con la sana curiosidad de descubrir sus secretos de artesano de las historias, su dominio de la más sencilla complejidad.
José G. Cordonié: Es difícil pensar en sólo autor y entrar en su mente, pero quizá me adentraría en la mente creativa de Kafka o de Philip K. Dick, para conocer cómo nacen las ideas, cómo se distorsionan y cómo se crean mundos paralelos.
Felicidad Martínez Herrero: No tengo un único autor favorito, pero de querer entrar en la mente de alguno, solo tendría que abrir uno de sus libros y leer.
José Ramón Gómez Cabeza: No son mis autores de referencia, pero me metería en la mente de alguno de los bestselerianos del norte, Dan Brown o algún otro por el estilo para conocer sus claves bancarias, evidentemente.
Alicia Andrés: Julio Cortázar, que precisamente es el homenajeado en esta edición de la Semana Negra. Entrar en su mente como quien atraviesa un espejo sería el comienzo de un viaje infinito. Jazz, azar, ingenuidad, paradoja. Si traspasase esa frontera me quedaría para siempre deambulando por las calles de París, persiguiendo la casualidad de un encuentro con la Maga o cruzando pasajes que desembocan, por arte de magia, en cualquier plazuela de Buenos Aires. En ese país llamado Julio la realidad sería tan solo una palabra.
Carolina Solé Terrado: En este momento dividiría el tiempo entre George R. R. Martin y Stephen King. Sus conexiones neuronales para inventar y construir tramas e historias deben de ser fascinantes. Ver y comprender cómo funcionan sus mentes, tomar notas, para eso entraría, para aprender. (Pero la lista de referentes en los que me gustaría entrar es larga, y los primeros puestos cambiarían en función de lo que estuviese escribiendo.)
Juan Miguel Aguilera: No tengo un solo autor de referencia, mucho me han influido en diferentes épocas de mi vida, y creo que leyendo sus libros es la forma perfecta de entrar en sus mentes.
Berna Gonzalez Harbour: Entraría en la mente de Melville, me tentaría contarle que todas las explicaciones sobre las ballenas hoy se las puede ahorrar con unos buenos enlaces en Internet, pero me arrepentiría antes de abrir la boca, claro. Entonces solo le preguntaría qué buscaba tan lejos de casa, en la mar.
Pedro Tejada Tello: Max Aub, porque supo aunar ética y estética.
Carmen Moreno: Dos autores en mi caso y no podría elegir sólo uno. Uno es Cortázar. Me encantaría ver cuál era su modo de creación, cómo veía el mundo, cómo se reía de las cosas, cómo le dolían. El otro es Lorca. Me gustaría saber que se siente en la cabeza de un genio capaz de tanto amor, de tanto odio. Un homosexual en esa época, un “rojo” de familia bien que creía en el derecho al acceso a la cultura para todos.
José Ramón Alarcón: Francisco Umbral, con el propósito de procurar una síntesis de su perspectiva biográfica, a través de los urinarios de gran Café, la tos y tinta/ de las redacciones de periódico y los vermuts del Madrid diurno/nocturno durante el último tercio del s.XX.
William C. Gordon: La verdad tengo varios y la razón es la misma para todos. Saber cómo han creado la historia y el modo en que la adecúan a su tiempo. Todos los grandes han hecho la misma cosa. Vea a Chaucer, Shakespeare, Cervantes, Spencer (The seven deadly sins) y muchos mas.
Noemí Sabugal: Autores de referencia tengo tantos que, en el caso de entrar en su mente, sufriría de personalidad múltiple. Siempre intentamos entrar en la cabeza de los escritores que nos gustan y el motivo siempre es el mismo: aprender.
Milo Krmpotic :Vladímir Nabokov. Para pegarme un festín. Sería como poner a un troglodita a los mandos de un 747, una experiencia aterradora pero única.
Lorenzo Silva: Kafka. Para saber si era el excelso ser huano que pinta Gustav Janouch (quiero creer que sí, y que haya existido alguien así ya es esperanzador).