(Texto y fotografía: Laura Muñoz)
Buenos Aires-Uruguay-Chaco
Sasturain-Rosende-Molfino
Día 3. Han cruzado el charco y los tenemos para nosotros solitos. Ángel de la Calle introduce y presenta a los tres autores latinoamericanos que hoy son los protagonistas de la rueda de prensa mañanera.
Tres generaciones de creación aunque no de vida. Juan Sasturain, Mercedes Rosende y Miguel Ángel Molfino tras la mesa.
Sasturain escribe ficción, ensayo y poesía. Escribió la historieta Perramus que Alberto Breccia dibujó, premiada por Amnistía Internacional en 1977. Editor en Página/12 y director de la revista Fierro. Encima, simpático. De casa. Se enorgullece al declarar que la novela negra goza de buena salud, algo postmoderna y con tildes de salvajismo del a novela norteamericana de género. Saludablemente, dice, aún no hemos llegado a que el investigador sea policía como en la literatura del norte de Europa.
Mantiene una relación estrecha y personal con sus personajes y fue consciente del tiempo que une o separa el personaje del autor cuando publicó Pagaría por no verte en el año 2008. Cuarenta años de convivencia de los que saca la brillante conclusión de que "seguro que me conoce más que yo a él".
Y llega el momento en que le preguntan por el compromiso social de los autores respecto a la sociedad: si hay alguna es consigo mismo, hacer las cosas lo mejor posible. El único mandato es escribir bien. "Escribimos con todo lo que somos así que se refleja en la escritura. Cortazar decía "casarse" cuando le preguntaban que debe hacer un autor comprometido". Risas.
Y target número dos. Muevan coordenadas. Cerca.
Rosende es uruguaya y vive en Montevideo. Licenciada en derecho y políticas, ejerce como notaria con especialidad en procesos electorales. Nada que ver, como declara, con la literatura. pero todo tiene que ver con algo. No viene de la academia, no estudió literatura pero, a pesar de tener una carrera que está empezando, sus textos gozan de un humor ácido que marca la diferencia. Su primera novela es publicada en 2008 y la segunda en el año 2012: es una escritora joven. Al no contar con la mirada externa que tiene un escritor de quince o veinte años de trayectoria profesional, no se ve capaz de contar quiénes son sus personajes. Fue trabajando en Nicaragua en unas elecciones y viendo que terminaba de trabajar a las 4 de la tarde y hasta las 10 no tenia nada que hacer que comenzó a escribir cuentos. Poco tiempo después, creó textos de mayor extensión.
"Siempre es lo mismo: la vida, la muerte, el amor…".
Por eso Mercedes quiere escribir sobre relaciones humanas y le interesa hablar de sentimientos normales y corrientes. Un claro ejemplo de los sentimientos y sensaciones que autopsia en sus novelas es la protagonista de su segunda novela: Ursula. Una mujer que no está conforme consigo misma, haciendo que esa inseguridad le haga mantener una relación extraña con su entorno más inmediato. En esta novela, Rosende habla de la ira y la violencia en el entorno cercano y acotado en la vida del personaje. Ursula está frustrada. pero una noche recibe una llamada que le informa que su marido acaba de ser secuestrado y le cuenta la manera de proceder. Debe presentares a una hora y en un lugar determinado. Rauda, cuelga el teléfono y se viste para salir al encuentro. Todo bien si no fuera porque Úrsula no tiene marido. No sólo atiende la llamada y escucha atenta las pautas del secuestrador sino que acude a la cita. Ruge el cambio. La oportunidad. Úrsula decide adoptar la personalidad de la mujer del secuestrado. Atenti porque huele a lío.
En este momento, la autora uruguaya perfila los últimos flecos de su próxima novela que estará dedicada a Andreu Martín y su Prótesis, donde se documentó para el desarrollo del asalto a un camión blindado.
Respecto al papel que tiene el escritor respecto a la responsabilidad con sus lectores, Mercedes podría haber utilizado el hecho de ser votante y militante de izquierdas, explorarlo literariamente desde el punto de vista de la fuerte dictadura, pero no lo hace. En lo personal, decide no optar por ese camino porque "no es uno como individuo quien hace la revolución, sino todos".
Y de vuelta a Argentina. Provincia del Chaco, donde reside Miguel Ángel Molfino. Cuentista, periodista, narrador, publicista y fuertemente ligado a la política de resistencia.
Su primera novela, Monstruos perfectos fue finalista del Premio Hammett a la mejor novela negra que entrega la Semana Negra de Gijón. No tiene detective, se trata de un thriller negro que básicamente trata sobre la educación criminal de un adolescente. Miroslavo, su protagonista, es un adolescente psicótico que escapa ante la posibilidad de haber matado a sus padres. La novela acompaña la locura del trastorno de personalidad sin cerrar el círculo de la sospecha en ningún momento. "Hasta yo mismo sospeché de él, pero no estoy seguro", comenta el autor. La incógnita propuesta no es resuelta nunca, Molfino se dedica a poner a disposición del lector las pistas que él mismo persigue.
En Monstruos perfectos, este chaqueño de adopción, ha querido reproducir algunos de los episodios que había escrito durante su encierro carcelero, donde compartió celda con, también autor, Raúl Argemí. Llegaron, incluso, a escribir a cuatro manos algún que otro blues carcelero entre los cuentos sometidos a la censura de no poder contener personajes con uniforme. "A excepción del cartero", declara. por eso, se intuye, que la figura del cartero (por supuesto, con su uniforme) aparecía en varias de sus creaciones.
La última novela de Molfino no es menos dura que la primera: un asesino en serie de niños a los que destroza las piernas. Unos padres despojados de su hijo que contratan a un cazarecompensas para que se lo entregue vivo. Eso es La polio. Título y personaje. Cruel. Real. Enmarcada a la perfección dentro del género negro. Déjense llevar al Chaco de finales de los sesenta. Eso si: puertas cerradas no vaya a entrar en sus casas La Polio.
Cierra su intervención afirmando estar de acuerdo con las declaraciones de sus colegas respecto a las responsabilidades del escritor para con la sociedad: "creo más en los compromisos personales con la realidad política, social, etc en la que uno vive que en las responsabilidades de escritor. El escritor no tiene suficiente peso. No creo en los actos individuales, en héroes. La única responsabilidad es tratar de escribir lo mejor posible, con eso beneficia bastante a la salud cultural de una sociedad. El resto es, como dije, compromiso, militancia. En mi caso estoy comprometido con la defensa de los derechos humanos (por mi propia historia) y en los juicios donde están procesando a los criminales de la gigantesca conspiración antidemocrática".
Y sí: cuarto espejo. Nuevo desafío y la luz que apunta decenas de pares de iris. Alicia ha vuelto.
La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo
William Blake
Que un día de tu vida dure para siempre, ¿cuál?
José Luis Correa: El 2 de abril de 2013. Cuando nació mi hijo Carlos.
Santiago Rocagliolo: Cuando nacieron mis hijos. Esos son dos días.
Pablo Sebastiá: Cualquiera de los muchos que he pasado junto a mis seres queridos. La familia es lo más importante que hay en mi vida.
Marcelo Luján: El día, aquel día, aquel significativo día en que un chico de nueve años, mirando el retrato de Julio Verne, descubrió que iba a escribir ficción el resto de sus días.
Horacio Convertini: Alguno de los que viví con mi esposa y mis hijos de vacaciones. Y si el 13 de agosto de este año San Lorenzo gana la Copa Libertadores, ese.
Carlos Zanón: Ninguno
Casimiro Torre González: Cualquier día de mis últimas vacaciones.
Paco Gómez Escribano: Ese en que te dicen que van a publicar tu novela porque es cojonuda y tu chica te mira y no para de sonreír.
Gabriela Cabezón Cámara: Todos aquellos en los que estoy con mis amores.
Valerio Bindi: No. Non voglio mangiare dall'Albero della Vita. Voglio una vita che finisce e i giorni che scappano via. Ma ci sono giorni che ti ricordi tutti interi, minuto per minuto. Ne ho parecchi. Oggi ti direi per sempre quello in cui ho visto Bambi Kramer partorire un Albero gigante, di nome Laszlo. Ma non sono certo che questa risposta, prima
di un altro pranzo, potrebbe restare la stessa...
José Carlos Somoza: Por favor, qué aburrido. ¿Estilo Día de la Marmota de esa peli de Bill Murray? Ni de coña. Yo pediría, en cambio: Que todos los días de mi vida sean tan buenos que me apetezca que duren para siempre. Pero acabar, tienen que acabar.
Alberto López Aroca: Los días malos, por suerte, terminan. Y los días buenos son buenos entre otras cosas porque terminan bien. Así que, ninguno. Prefiero vivir días nuevos, gracias.
Ana Colchero: El último.
Paco Roca: Un día productivo de trabajo, pero con suficiente tiempo libre para estar con mi familia, amigos, leer, ver una película... Vamos, un hipotético día de 48 horas.
Elia Barceló: Un día de vacaciones de verano con toda la familia, todos sanos y contentos: desayunar juntos en un jardín, escribir un rato, baño en el mar o en la piscina, paella, lectura y siesta, regar las plantas, unos amigos de visita, largas conversaciones y risas al caer la tarde, cocinar juntos, cenar al aire libre, bañarse de noche otra vez, tumbarse a mirar las estrellas, saber que uno pertenece a una cadena de seres queridos que se extiende desde el pasado hacia el futuro, que uno vive en un hermosísimo planeta flotando en el espacio, irse a dormir en paz, sin miedo.
Alexis Ravelo: En ese sentido me voy a lo personal y no pido mucho: uno cualquiera de los sábados que paso con mi pareja.
Víctor del Árbol: El día que está por llegar y que sueño secretamente.
Jesús Cañadas: Cualquiera en que mi padre estuviese vivo. No me hace falta que dure para siempre, me bastaría con volver a echar una tarde con él.
David Llorente: Hoy.
Miguel Ángel Molfino: Todos valen la pena, creo.
Carlos Salem: Si contesto a eso te censuran la entrevista. Ya tengo varios, pero los que vienen será mejores todavía, mientras el cuerpo aguante.
José Luis Muñoz: El para siempre cansa mucho. En todo. En la pareja. En la vida. Nada es para siempre. Si hablamos de lo literario pues un buen día fue quizás cuando gané La Sonrisa Vertical y tuve la ocasión de saludar a Juan Marsé, uno de los grandes, al que entreviste luego años más tarde para la revista Playboy y con el que estuve hablando del barrio de Gracia, de sus cines de barrio, y a Luis García Berlanga.
Javier Diez Carmona: Una respuesta literariamente correcta sería el día en que editorial Meteora me confirmó que iba a publicar mi primera novela. Pero la respuesta real sería el día de mi boda. Soy un romántico.
Nerea Riesco: Uno en el que sea feliz sin “peros”… y que salga el sol.
León Arsenal: El día previo al de mi muerte, verás como lo aprovecho, sobre todo si dura para siempre, gran paradoja.
David Yagüe: Un escritor tiene mucho de farsante, así que podría decir uno y mentir. Los días que merecen ser vividos para siempre son pocos y siempre tienen que ver con el amor, así que mejor guardarlos para uno mismo como un tesoro.
José G. Cordonié: Uno que aún no ha llegado.
Felicidad Martínez Herrero: Ninguno. El "para siempre" termina volviéndose aburrido. Me gusta más la expectación de: ¿y qué pasará mañana?
José Ramón Gómez Cabeza: Un día que durase como mínimo 367. 920 horas que son mas o menos las que llevo vividas.
Alicia Andrés: El de la llegada a un país desconocido, embargada por esa sensación mezcla de temor y emoción ante el camino por recorrer. Ese vértigo es la vida en estado puro. Nacemos, crecemos y morimos en los viajes.
Carolina Solé Terrado: ¿El último?
(Just kidding.)
Por Dios, ¡ninguno! El amanecer es mi hora mágica para pensar, los necesito todos, no podría renunciar a ellos por mucho que el resto del día prometiese.
Juan Miguel Aguilera: Cada vez que ha sido "mi primera vez" en algo. O con alguien.
Berna Gonzalez Harbour: Podría ser más épica, pero no lo voy a ser. El día que debería durar siempre es aquel en el que una enfermera te entrega a tu recién nacido. Ahí volvería a pulsar el stop. Para siempre.
Pedro Tejada Tello: Aquél en el que no me duela nada (ni siquiera el alma).
Carmen Moreno: Creo que no. No me gustaría que un día durara para siempre. Me gustaría que algunas personas estuvieran para siempre, pero el tiempo, si se estanca, se pudre, como el agua.
José Ramón Alarcón: Una jornada de hedonismo gastronómico y existencial en el casco viejo de una ciudad portuaria desconocida.
William C. Gordon: Ninguno, pero me encantaría que durara el estado de poder ver el mundo como un niño juguetón.
Noemí Sabugal: En lo que a la literatura se refiere, cualquier día en el que se hayan dado las circunstancias propicias para escribir. Pero menos cansado sería un día de vacaciones, una silla junto al mar y pilas de libros al lado para leer. Si es así, que dure para siempre.
Milo Krmpotic: El de mi boda civil. Por su conjunción perfecta de pareja, familia, amigos y celebración.
Lorenzo Silva: Nunca he sentido ese deseo. Me gusta ver cómo los días se renuevan y, como dice cierto himno, "nada importa tu vida anterior".
Mercedes Rosende: Desconfío de los 'siempre' y de los 'nunca', desconfío de los momentos perfectos porque tarde o temprano caducan, y no puedo imaginar una situación, por más placentera que haya sido, sin sentir el hastío que provoca el infinito.
Esto es la Semana Negra... ¡y sigue!