(Texto y fotos: Laura Muñoz)
Sentía que ya no era un hombre, sino una llaga cubierta de piel, que se pasmaba y gritaba a cada latido de sus venas. Y sin embargo, vivía
Roberto Arlt
Momento oscuridad. Atravesando capas. Adentro. Hacia afuera.
(disponibles oscuridades de los autores invitados al final de esta crónica)
"A partir de los cincuenta todas las mujeres nos volvemos invisibles"
Rosa Ribas
Ángel de la Calle habla de la sorpresa de coincidir con Rosa en la Librería Hernández de Buenos Aires: pidió algunos libros a un dependiente que no le hizo demasiado caso. Ella se acercó a este mismo empleado para pedir ayuda. Casi en el acto fue atendida y Ángel le preguntó al hombre por qué a ella le estaba prestando esa atención y a él había, prácticamente, lo había obviado. Respuesta: Ella es Rosa Ribas. Y sí. Es Rosa Ribas.
Ahora: "Pensión Leonardo" y "Miss Fifty". Casi gemelas por fecha. Casi hermanas que no se parecen. De padres diferentes. Es sabido que los sellos hacen sus planes editoriales y ocurre la publicación con apenas dos meses de diferencia.
Miss Fifty se publicó, originalmente, en el desaparecido portal Sigueleyendo cada miércoles. Los veinticinco episodios fueron escritos en el año 2012. Al desaparecer la web, Manuela lo hizo también. Suerte que Reino de Cordelia quiso cuidarla, le hizo traje nuevo, encargó a la ilustradora María Espejo la nueva imagen que acompañaría la letra de Ribas y fue editada en papel.
Pensión Leonardo no es una novela de género y cuesta encontrar un adjetivo para ella, hasta que uno se da cuenta que no lo necesita. Año 65 en el barrio de Poble Sec, obrero y tradicional, de Barcelona. El escenario es la pensión en la que residen ocho huéspedes, algunos van y vienen: los inmigrantes que llegaron buscando una oportunidad de trabajo. La narradora tiene doce años, es la tercera hija de la familia: tiene hermana mayor y el hermano pequeño. No sabe muy bien quién es y qué lugar ocupa en la familia; tiene la impresión que no la ven, se siente invisible, así que aprovecha para observar.
No sabe el nombre de sus abuelos. Sólo le han contado que sus padres vienen de Alicante y regentan la pensión del edificio donde vive. No sabe de dónde sacaron el dinero para hacerlo y tampoco entiende por qué tanto misterio con el pasado.
Lali, esta pre adolescente con millones de preguntas en su cabeza, no acepta que sus padres contesten con evasivas para no tener que dar respuesta a sus dudas y decide buscar por su cuenta pistas que arrojen algo de luz a la penumbra del pasado que tanto le llama la atención.
El reto servido: ponerse en la piel de una niña de 12 años y empatizar con su voz. Habitar la piel infantil con la suficiente delicadeza para que no se note que, quien escribe, es adulto.
"Pensión Leonardo" fue escrita entre "Don de Lenguas" y "El gran frío". Siruela programó su publicación para mayo y por eso la coincidencia.
Miss Fifty surgió a raiz de una conversación con una querida amiga que se encontraba luchando contra el cáncer: Rosa recuerda estar hablando de actrices y eso derribó en las heroínas: tan perfectas, tan jóvenes, tan guapas, tan todo. Y ellas ahí, rozando los cincuenta, luchando por sobrevivir y nada perfectas. pero fuertes. Decididas.
Su amiga, en el hospital y con un pijama de cuadros, se levantó, colocó sus brazos en jarra y dijo: necesitamos una heroína cincuentona. Porque, y estuviera de acuerdo las dos amigas, "todas las mujeres, a partir de los cincuenta, nos volvemos invisibles. Pero podemos verlo todo".
El reto en esta ocasión: conseguir dar un toque de humor pese a la dureza de la enfermedad, sin entrar en el victimismo. Sin siquiera rozar la delgada línea que hace a un enfermo desvalido.
Futuro inmediato tras superar retos: Grijalbo publicará, simultáneamente en español y además, la cuarta novela de Cornelia, la comisaría del departamento de homicidios de Fráncfort.
Dolores Redondo
Estar en Semana Negra, declara Dolores, es muy importante, pues le ha servido de catapulta para otros festivales. Anuncia su próxima presencia en Buenos Aires Negra y en el Festival de Melbourne, ambos acordados en una anterior visita a Semana Negra.
Dolores Redondo vive en San Sebastián y entró en la literatura a través de los cuentos infantiles y relatos cortos. En 2011 se publicó "El guardián invisible", primera novela de la trilogía que ha ubicado a la autora en las mesas de novedades de género. Nace Amaia Salazar, una inspectora de homicidios, que se ve obligada a regresar al Valle de Baztán e investigar el crimen de una adolescente.
Le sigue "Legado en los huesos", editada en 2013, y "Ofrenda a la tormenta". Con la tercera y última entrega, Dolores afirma que el nuevo proyecto en el que se encuentra no tiene nada que ver, no se trata de un caso real como sí ocurría en sus anteriores tramas. Aparte de estos datos, la autora no aporta mucha más información respecto a la posible fecha de publicación o escenario donde se desarrolla la historia.
La novela negra es pura penumbra. Así es el mundo.
Cathy Fourez
Es curioso que Cathy sienta la presión de la presencia de prensa después de haber corrido bajo una lluvia de balas, pero le ocurre.
Nerviosismo que no impide que el discurso de esta investigadora francesa deje a la prensa asistente con la boca abierta, de forma literal.
Fourez buceó, a nivel académico, en la literatura de género negro tras conocer títulos mexicanos que llamaron su atención. Se dio cuenta de la fuente de riqueza que era esa literatura y supo que propone una nueva óptica de la realidad. Lo que le gusta del policial es que no simplifica la realidad. Son ficciones que no se escriben desde el centro, sino en zonas periféricas donde no se decide el poder aunque el pueblo sea el que sufre y soporta. Es una literatura, dice, que trata de las fracturas sociales, el desequilibrio, los cambios y mutaciones y de la gravedad que es nuestro mundo. Plantea preguntas muy pertinentes tales como decir el momento hoy, no mañana. Ha sentido, tras sus estudios, que la literatura de género negro es capaz de crear un cortocircuito en el lector; sacarlo de su pasividad, impedir que el ser humano se acostumbre, a través del silencio, a la barbarie.
Las ficción negra no es dicotomía, ya que no trata de separar el bien y el mal: quizás la mejor definición sea decir que demuestra la autenticidad de que no existe una verdad sino un conjunto de verdades.
A través del programa de literatura es que accedió a la novela policial, interesándole desarrollar una tesis de doctorado sobre Paco Ignacio Taibo II. Pero Sebastián Rutés, gran semanero, se le adelantó, pues ya había comenzado a escribir la suya y sobre el mismo autor de culto. Su director de tesis le propuso trabajar sobre un autor mexicano desconocido en Europa: Jorge Ibarguengoitia, autor de "Las muertas", gestada gracias a una noticia destapada en los años sesenta por el diario Mexicano Alarma (equivalente a El Caso español).
La historia de “las Poquianchis”, dos hermanas proxenetas que mantuvieron prostíbulos durante más de quince años sin que las autoridades persiguieran su actividad. El autor se evadió de la ficción para enmascarar las mentiras de la supuesta realidad: pone en brete la deformación por parte de la política de esta nota y muestra que la mujer puede salir del estereotipo y no es forzosamente un sexo inofensivo en contra del hombre, que se supone amenazador. Desmenuza y explora la mentalidad del criminal, porque el crimen no se puede generalizar, siempre hay una persona con una historia donde afectan otros elementos exteriores.
El hilo conductor, asegura Cathy, es el femicidio como debate académico muy complejo, pero que se puede resumir diciendo que son crímenes de mujeres impunes; los primeros en Ciudad Juarez a finales de años 90, generalmente pobres y jóvenes, correspondiendo a cierto patrón físico. Había presas fáciles, dice. Víctimas perfectas para ser secuestradas, violadas, torturadas, mutiladas y asesinadas. Abandonadas en terrenos baldíos, en lugares informes y sin historia. Hay un mensaje claro en el modo: el cuerpo tirado así significa que la mujer no vale mas que un desecho.
Hoy en dia, hay focos rojos por todo México: un articulo publicado el mes pasado dice que cada tres horas y 25 minutos una mujer muere asfixiada. Se dan cifras espeluznantes, pues mueren más de seis mujeres, cada día, con violencia extrema. Entre 1985 y 2009, mas de cuarenta mil mujeres han sido asesinadas en Mexico; entre 2011 y hoy en día, 800 mujeres han desaparecido.
Despegadas las capas, momento de pensar.
En Semana Negra sabemos que quieren saber. Al lío!
3.-Capas de oscuridad
Sentía que ya no era un hombre, sino una llaga cubierta de piel, que se pasmaba y gritaba a cada latido de sus venas. Y sin embargo, vivía
Roberto Arlt
P.-¿Crees, al igual que Arlt hace con su personaje, importante crear a los tuyos con alto grado de monstruosidad? ¿Son siempre los protagonistas o puede una víctima soportar el peso de un texto completo?
3.-Layers of darkness
Q: Do you think, as does Arlt with his characters, that it’s important in yours to have a high degree of monstrosity? Are they always the protagonists or can it be a victim the character that supports the weight of a complete text?
Graziella Moreno: En la novela, como en la vida real, hay monstruos que dada su maldad, dan mucho más juego que en este caso las víctimas. Es más fácil que " el malo" te atrape y sea el que te haga seguir la lectura, aunque sólo sea para ver cómo el bien triunfa. Incluso en aquellas novelas en las que la víctima es la absoluta protagonista, siempre tiene que existir la referencia de quien le ha hecho daño. Nos fascina el mal.
José Luis Muñoz: Me gustan los monstruos precisamente por no serlo. Me gustan los ambientes sórdidos por no ser los míos, aunque viví en alguno en una etapa de mi vida que he borrado a conciencia, mi zona oscura. Me atrae lo opuesto. No hay personajes positivos en mis novelas, o contados con los dedos de una mano en toda mi producción novelística. Un nazi, un asesino en serie, un violador, un terrorista, un poli corrupto… El héroe más limpio, el de “La pérdida del paraíso”, era un traidor a los suyos. Caín es siempre mucho más interesante que Abel. Las novelas se escriben sobre Caín. La víctima no decide. El verdugo, sí. La novela en la que estoy va precisamente de Caín y Abel, en el Oeste, en un viaje hasta Alaska, para cerrar el círculo de mi infancia.
Carmen Moreno: Te doy dos opciones, como lo hago con Dios:
1.- mis personajes no son monstruos
2.- todos somos monstruos, por lo tanto, mis personajes también
Me muevo en esa diatriba.
En cuanto al peso del texto... ¿Puede un ser humano aguantar el peso del mundo? Creo que los secundarios, que los coprotagonistas, hacen que, a veces, el foco se sitúe en otro lado, pero el peso de nuestra vida es nuestro y así entiendo a los personajes en relación con la obra.
María Inés Krimer: Los personajes de Arlt son los humillados, los ofendidos de los años treinta que, de alguna manera, no puedo dejar de asociar con el presente. Hoy nos encontramos frente a la pesadilla de un capitalismo salvaje disfrazado de humanismo: por más que nos esforcemos, la realidad gana la partida. Ahí están los verdaderos monstruos. Como Arlt, insisto en la mirada: intolerancia, racismo, marginalidad, desempleo. Ese es el caldo de cultivo de mis ficciones.
Empar Fernández: No considero necesario que el protagonista de una novela negra posea una elevada dosis de monstruosidad. Estoy un poco harta de psicópatas, a pesar de lo que pueda parecer al contemplar una estantería dedicada al género negro, el psicópata no abunda. Por otra parte las tragedías no siempre se desencadenan por un componente maligno, a menudo interviene la fatalidad – estar en el peor lugar en el peor de los momentos-, el malentendido, la involuntariedad, la mala fortuna... Ese es el tipo de historias que me interesan, aquellas en las que no todo se explica por la psicopatía de su protagonista. Desde luego, creo que una víctima puede soportar el peso de un texto completo sin que éste pierda interés.
Manuel Barea: No pienso en la monstruosidad de los personajes, sino en esos pequeños defectos o taras suyos que a medida que avanza la trama puedan llevarlos a cometer monstruosidades. A fin de cuentas es más interesante alguien que a simple vista parece normal y en según qué circunstancias podría llevar a cabo atrocidades que otro alguien que desde el principio y en cualquier momento exhibe lo desalmado que es. Las víctimas también deben tener esos pequeños defectos o taras, creo que es algo necesario, que no haya barreras, categorías ni compartimentos, y que por tanto todos, sean o no víctimas, puedan sostener un texto al completo, por qué no.
Matías Castro: Si las aguas de la ficción se dividieran solamente entre víctimas y monstruos, el panorama se volvería super estrecho. Sin duda que esos dos extremos abren la posibilidad a juegos que pueden dar muchísimos frutos.
Juan Ramón Biedma: No distingo a los monstruos de las víctimas, y no, no siempre es indispensable aportar un cierto grado de deformidad física o emocional; a veces, en un alarde de crueldad, incluyo en mis novelas algún niño inocente o anciano desvalido, pero sólo cuando quiero torturar a mis lectores.
Xuan Xosé Sánchez: En xeneral los mios protagonistes nun lleven enriba más que’l so propiu pesu (el de les sos decisiones) y el del mundu que los arrodia y col que choquen.
Antonio Garrido: En mayor o menor grado, todos albergamos un punto de monstruosidad que duerme en nuestro interior, de lo contrario, jamás se explicarían comportamientos humanos incomprensibles, como por ejemplo, el genocidio judío durante la Alemania nazi. Y es importante despertar a este monstruo para saber de lo que realmente somos capaces. Sin embargo, ese punto inhumano puede resultar igualmente revelador sin la necesidad de extremar su maldad. Tan solo hace falta rozarlo para que muestre su verdadera cara y haga que un personaje se despliegue en su auténtica magnitud. Pero porque solo ante retos formidables somos capaces de lo mejor y lo peor, ambas cosas son necesarias en la novela. Los retos y los monstruos hacen los libros apasionantes. El personaje de Stalin lo es, pero también el de Jack Beilis. Todos ocultan terribles secretos.
Alfonso Mateo-Sagasta: Suelo sentir empatía hacia las víctimas, a menudo son ellas las que soportan el peso de los textos, de otro modo se nos harían insoportables. Más que los monstruos me interesan las pequeñas miserias y debilidades que pueden convertir a cualquiera en un monstruo.
Mercedes Rosende: Es muy difícil crear un monstruo verosímil, requiere un esfuerzo no caer en lo esperpéntico o en la parodia. Yo no creo que una sola novela soporte más de uno o dos personajes con características monstruosas, y el lector tal vez agradezca un poco de mesura en el horror.
Fernando Nuño: Mis protagonistas suelen tener las espaldas bien anchas. Por la fuerza de la costumbre. No me preguntes por qué, pero al final siempre termino escribiendo sobre seres estancados e involutivos. Creo que la frase que mejor define a cualquiera de mis personajes ya la escribió Bukowski hace algún tiempo: No se le podía odiar y no se le podía querer. Era como un calendario o un portaplumas.
Pere Cervantes: Para mí lo monstruoso es combinar la más extrema maldad con la rutina que todos conocemos. Que un tipo que acaba de cortarle el cuello a su madre deje el cuerpo tendido en el comedor, su cabeza en el interior de una bolsa de basura y antes de proceder a descuartizarla se ponga a comer la sopa que la víctima acababa de cocinarle. Todo ello sazonado con las noticias de las tres de la tarde. Combinar esos actos atroces junto a esos otros que todos nosotros practicamos a diario siempre me ha fascinado, tanto en la literatura como en mi vida profesional como policía.
Cualquiera puede ser el protagonista, solo falta situar la cámara en el lugar correcto. En el cómo lo vamos a contar radica todo, el qué es lo de menos si el cómo nos sorprende.
Guillermo Roz: Me interesa mucho la monstruosidad para construir personajes. Me gustan los locos y los tontos, porque como en la vida, ellos gritan lo que otros silencian. Como actores secundarios avivan su lugar de verdaderos, de iluminadores de oscuridades que los protagonistas no pueden sostener. Justamente preparo un curso de escritura sobre este tema: construir monstruos ayuda a un texto a ser verosímil, a mostrar la verdadera y única identidad del ser humano, su lado animal, sus falencias intelectuales, sin necesidad de elegancias.
Cristina Higueras: No, quizás sólo en género fantástico: el doctor Jekyll y Mr. Hyde, de Stevenson El Frankestein de Mary Shelley. El Drácula de Bram Stoker, El kafkiano Gregorio Samsa de la Metamorfósis y tantos otros personajes, sí tuvieron que ser monstruos por el carácter de la historia misma. Pero por supuesto, que otros personajes profundamente humanos como Madame Bovary, Ana Karenina, El periodista Pereira de Tabucchi, El jugador Aleksei Ivanovich de Dostoyevsky, etc. pueden soportar el peso de mil y una historias.
En el caso de mi novela, “El extraño del ayer”, mi protagonista es víctima y monstruo a la vez.
David Llorente: Una novela mía puede tener entre 30 y 150 personajes. No pueden ser todos monstruos.
Un protagonista tiene que serlo por algún motivo. La monstruosidad es uno de ellos. Hay muchos más. El protagonista puede ser la víctima.
James Carol: It’s a fine line. The victims in Broken Dolls have been kidnapped, tortured, then lobotomised. There is no doubt that these are evil acts. That said, good and evil aren’t absolutes; they exist on a continuum. If you had a bad guy who was 100 per cent evil he just wouldn’t be believable. With fiction, you want the reader to suspend their belief and buy into the reality that you are creating. Anything that takes them out of the story must be avoided at all costs.
Irene X: Creo que hay que tejer un hilo a veces que nos separe de lo que estamos contando para no caer en el inevitable precio de sufrirnos víctimas de nuestras letras de pelea y golpe. Igualmente creo que debe de doler. Convertirse en el monstruo para poder reflejarlo también es aprender a dominar el monstruo.
Francisco José Jurado: Sinceramente, no. No creo que "un alto grado de monstruosidad" sea necesario. Es mucho más terrible "un alto grado de normalidad". Considero que eso puede darnos mucho más juego literario. Esa aparente y falsa normalidad que, en apenas un instante, casi sin motivo aparente, te sorprende con acceso de ira o violencia inusitado. Eso es lo peor. Porque al monstruo, al deforme, al psicópata…, a esos se les ve venir.
Y respecto a qué personaje puede o debe soporta el peso de la novela, te diré: depende. E incluso pueden ser lo mismo. Me explico-
Por ejemplo, me preguntas si "¿son siempre lo protagonistas o puede también una víctima soportar el peso de un texto completo?". Y yo te digo: una víctima puede ser perfectamente el personaje protagonista. No tienen porqué ser dos conceptos excluyentes. Quizás en nuestra novelística no sea muy usual, pero es perfectamente posible.
Dicho esto, como bien sabes, yo escribo novelas denominadas de saga; esto es, novelas que cuentan con un marcado protagonista; cual es el inspector Benegas y con unos secundarios muy característicos.
Por ello, debo responderte que – hasta el momento – en mis dos novelas el peso de la trama y el argumento lo ha llevado claramente ese protagonista.
José María García: Un cierto, o no tan cierto, grado de monstruosidad, sí, en algunos. Una víctima, claro que puede "soportar" el peso de un texto completo. Como cualquier otro ser, u objeto.
Ignacio del Valle: Parto siempre de que todos tenemos una doble aleación de mal y bien, y que en esa frontera debemos situarnos para poder escribir. No obstante, es más sencillo sostener una novela sobre un villano que sobre una víctima -a no ser que esta se revuelva-, aunque, claro, doctores tiene la iglesia que me refutarán.
Arturo Maciá: Los personajes son tan importantes como la historia de la que forman parte. Deben ser tan realistas como la vida misma. Por eso, algunos deben contener un monstruo, más o menos grande, en su interior… Algunos de los míos también lo poseen, en mayor o menor medida. Una víctima podría llevar todo el peso de una historia si se la dotara de un mayor protagonismo. Sin embargo, prefiero la riqueza de las historias en las que no se focaliza todo en un único personaje. En nuestras vidas casi nada sucede sin interaccionar con algo o con alguien. En la ficción tampoco.
Jose Luis Miragaya: Mis personajes casi siempre son víctimas. Víctimas de las circunstancias, de la ocasión, algunas veces no quieren dejar de ser víctimas.
Marcelo Luján: Arlt era un genio en la construcción de sus personajes y fue, por supuesto, un adelantado en materia de negrura. De hecho, el denominado Grupo Sur lo bastardeó vil e injustamente porque ellos –tan patricios- no entendían este concepto que hoy en día tanto se trabaja y que ha generado, por decirlo mal y pronto, un nuevo y necesario lector. Creo que lo monstruoso está más cerca de lo que en realidad sospechamos. Ojalá nos acercáramos un poquito a Roberto Arlt, a su escritura espléndidamente trabajosa, y a su modo de ver el mundo que le rodeaba. Arlt nunca vendió humo ni le importaron jamás los aires de alcurnia. Y supo desplegar la rabia sin salirse de lo estrictamente literario porque las víctimas siempre son protagonistas.
Elia Barceló: No. Yo no creo realmente en los monstruos. Para considerar monstruo a otro, uno tiene que definirse como normal, y las normas se están perdiendo cada vez más rápido. En mi infancia, cuando alguien llevaba muchos tatuajes podía pedir trabajo en una feria itinerante y la gente iba a verlo, pagando, y salía con la sensación de haber visto a un monstruo de verdad. Ahora los bailes de la “alta sociedad” están llenos de gente que lleva tatuajes, por poner un ejemplo.
En una novela se puede crear un personaje que resulte monstruoso –por apartarse de la moral aceptada o porque deriva su placer de dañar a otros- y mantener todo el texto con su voz o con sus actos y opiniones. Eso es posible porque una base de la literatura es el voyeurismo. Todos los lectores disfrutamos de asistir a escenas y a procesos mentales que normalmente se desarrollan a puerta cerrada. Por eso también es posible sostener el texto con el punto de vista de la víctima: porque el lector también te sigue si le cuentas cosas horribles que puede “sufrir” de segunda mano, sin que le duelan físicamente.
Javier Hernández: Soy plenamente consciente que el sueño de la razón sigue produciendo monstruos. Y todos llevamos esa fiera dentro como defensa al terror y temor que nos implementan política y sociológicamente.
Noemí G. Sabugal: Víctimas y victimarios, en el grado que sea, desde una pequeña humillación al asesinato, son personajes que provocan alto grado de fascinación. Ambos pueden ser igualmente protagonistas, ya que la fragilidad o fortaleza de las víctimas, su victoria o su degradación, como las de los victimarios, desnudan el paisaje humano. Mis protagonistas principales, hasta ahora, no han sido ni una cosa ni otra, sino que se han situado en ese espacio intermedio del espectador/agente. No son los depositarios de la culpa ni de la pena, sino más bien del castigo. Y, aunque no merecen el calificativo de monstruos, sí que tengo que reconocer que han tenido en común un carácter tortuoso.
Paco Gómez Escribano: Mis personajes son personas totalmente mediatizadas por el lugar en que se han criado. No son necesariamente monstruos, aunque a veces lleguen a parecerlo. Algunos se convierten en verdugos después de haber sido víctimas toda su vida. Bajo mi punto de vista tienen mucha fuerza y soportan toda la historia con dignidad e incluso con brillantez por el dramatismo y la fuerza que intento imprimirlos. Si lo consigo o no, ya no me corresponde a mí juzgarlo.
Selva Almada: A mí me gustan los personajes contradictorios, aquellos que tienen un alto grado de monstruosidad pero también un poco de nobleza, que no son ni blanco ni negro, creo que en esas contradicciones, en esa ambigüedad reside la verdadera monstruosidad. Personajes con los que los lectores empaticen muy a su pesar porque, claro, no nos gusta reconocernos en ellos, a todo el mundo le gusta estar del lado de los buenos.
Santi Blasco: Como se dice que, al igual que en los sueños todos los personajes son uno mismo, en literatura pasa lo mismo, por eso ninguno de mis personajes es inteligente. Que haya monstruosidad en alguno tal vez sea inevitable.
Loyds: La monstruosidad me resulta más atractiva que la bondad. Un buen malo será mucho más inolvidable que cualquier bueno, siempre.
Jorge Yaco: Admiro a Arlt y a su vez me siento incapaz de crear monstruos. Mis personajes son seres comunes viviendo historias extra-ordinarias casi por casualidad.
Luis García Jambrina: Tendemos a asociar el mal con lo monstruoso, pero el mal es algo muy banal. Y, para mí, no hay mayor monstruosidad que la que se esconde en la vida normal. La víctima puede ser protagonista a condición de que se convierta en verdugo. Los límites entre bien y mal no están claramente definidos. Lo uno, además, engendra lo otro.
Tatiana Goransky: He probado con unos, he probado con otros. Por ahora, gana lo monstruoso, pero no es una decisión que tomo de antemano. Con cada personaje vuelvo al grado cero. Y así como no paso juicio sobre mis primeros borradores, tampoco lo hago sobre mis personajes. A veces espero a ver hasta dónde puede llevarlos la trama en la cuál los enredo, la atmósfera que les hago respirar, el mundo que construyo para alojarlos. Otras, son ellos los que proponen todo lo demás. Por otra parte, creo no siempre está tan clara la diferencia entre victimas y victimarios…
Rodolfo Santullo: Creo que todo personaje tiene un punto de monstruosidad. Poner un "alto grado" a todos los haría redundantes o reiterativos. Si creo que es importante que todo personaje tenga matices para hacerlo atractivo- sea protagonista o víctima- y verosímil.
Félix G. Modroño: Cualquier personaje es capaz de llevar el peso de una historia, si está bien contada. Y cualquier persona normal puede convertirse en un monstruo en un momento dado. Los seres humanos somos imprevisibles. Si fuésemos capaces de leer las mentes ajenas, viviríamos aterrorizados. Detrás de cada persona normal hay un monstruo, con lo que la monstruosidad está más presente en nuestras vidas de lo que pensamos.
Juana Salabert: No entiendo de reglas previas a la hora de escribir, cada novela, su lenguaje y sus estructuras vienen marcados por sus personajes y su trama, que son seres de ficción, pero han de ser "reales", más reales en el instante de la escritura que la realidad misma. ¿Por qué no habría una víctima de "soportar" ese peso que mencionas?. Yo escribo sin reglas porque la esencia de la novela es no tenerlas.
David Barreiro: Nada hay más monstruoso que la normalidad. Un ser humano que se levanta por el sonido chirriante del despertador, se viste a oscuras en el dormitorio, sale a la calle, se sube al metro y pasa nueve horas en un lugar en el que no quiere estar. Eso hacen mis personajes. Una vida normal, una vida monstruosa.
Alexis Ravelo: Foucault confiaba en la veracidad de los excluidos del discurso. Son los locos, los bufones o los parias quienes, desde fuera, observan los límites del "discurso oficial". Y claro que me interesan las víctimas, pero siempre intento que también sean locos, bufones o parias.
Santiago Álvarez: El monstruo siempre está en nosotros. Al nacer venimos a un mundo de luz, pero esa luz nos hace proyectar en el suelo una sombra donde bullen nuestras monstruosidades. Me gustan los personajes que llevan su monstruo consigo, los que mienten, los que traicionan y luego lloran de rabia, los desgajados por la tragedia... En definitiva, los que están vivos.
Esto es Semana Negra... ¡y sigue!
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