6.7.10

23 semanas negras 23: Boby

Dicen los patriarcas en las bodas gitanas que lo mejor que le puede ocurrir a los matrimonios es un mal comienzo, que esto será un presagio de que la relación llegará lejos.

Pues bien, nuestra experiencia en la 1ª Semana Negra, no pudo ser más tormentosa. Era un domingo caluroso de junio cuando sobre las 4 de la tarde en el puerto de El Musel se desataron todos los infiernos.

Yo, que nací en la Castilla profunda, pude comprobar de primera mano qué era eso de La Galerna del Cantábrico de la que había oído contar terribles historias a mis parientes del pueblo marinero de Candás.

El “pedazo escenario” de 18 por 12 metros y con cuatro contrapesos de hormigón de a tonelada cada uno, estaba orientado al norte a barlovento. Nuestros flamantes nuevos equipos de sonido e iluminación ubicados y posicionados en perfecto estado de revista para la prueba de sonido, cuando en principio cayeron unas enormes gotas de agua extrañamente cálidas para a continuación iniciarse la tormenta acompañada de un viento racheado y huracanado.

El escenario tenia las lonas amarradas, hizo de vela y comenzó primero a retroceder para luego levantarse de la parte frontal y caer al suelo repetidas veces con un más que “acojonante ruido” haciendo que todos los juguetes (altavoces, mesas de mezclas, focos de iluminación, micrófonos etc.) se fueran al suelo, alguno desde 6 metros de altura.

Por aquel entonces, todavía estaba con nosotros el entrañable Tomás Asueta, que con un alarde de responsabilidad o todo lo contrario, se armo de navaja y jugándose el tipo comenzó a cortar las cuerdas que sujetaban las lonas, gracias también a que Luis Cascallana y Basi responsables del espacio musical de la FMC que “pasaban por allí” y no dudaron en arrimar el hombro jugándose el bigote, se pudo evitar el desastre.

No terminaría ahí nuestra Semana Negra. Habíamos estrenado un flamante equipo de audio DAS acabado en un elegante color gris perla pues bien, inexplicablemente, fue cambiando a un horripilante verde caqui debido a la reacción con el mineral de hierro que se estaba descargando día y noche en el Puerto del Musel.

Aun así mis recuerdos de aquella primera edición, están cargados de imágenes y vivencias únicas.
Como esas imborrables escenas de coches de época de las que salían unos gángsteres muy profesionales que dejaban con la boca abierta a paseantes y a currantes.

Con el filtro del tiempo transcurrido y la perspectiva que dan estos 23 años, lo que resaltaría es la enorme ilusión colectiva de los diferentes equipos de trabajo, y aquella sinergia tan positiva, propiciada por ese chamán con ADN de trasgu que tenemos como director.

Gracias por la sobredosis de confianza.