(Texto y fotografías: Laura Muñoz Hermida)
DESMONTANDO LA AVARICIA
Sólo hay una avaricia honrosa: la de las palabras
Constancio Vigil
Vicio SN.
Pecado.
Perdición.
Solo será capital si es capaz de dar origen a otros. Su magnitud no importa...
¿Eres tú, Avaricia?
Franck Thilliez
El hombre sigue estando desarmado ante el átomo
En la sala de rueda de prensa del hotel Don Manuel aguarda el galo Franck Thilliez, ingeniero de nuevas tecnologías de estudio y novelista de profesión. Trae consigo su última publicación: Atomka: riesgos de los accidentes nucleares: población en riesgo, de muerte. Así de cruda nos presenta la trama central de su novela número trece. Pero no es lo más espeluznante. La realidad, alguien dijo, supera la ficción. Y Thilliez se topó con una muy cruel, que no sólo le impresionó sino que fue la mecha y el detonante de Atomka. Que una niña dependa de "aire extranjero" para tener un mínimo de calidad de vida es algo que pellizca a cualquiera. Añádanle el accidente del reactor número 4 en la planta Nuclear de Chernobyl. Sus consecuencias. Los efectos secundarios. Malformaciones. Enfermedades mortales. El drama de una realidad. Imaginen compartir un verano con esa niña y comenzar a ser consciente del peligro al que el ser humano está expuesto a pesar de las avanzadas herramientas de seguridad que ha ido desarrollando a lo largo de la historia. Error humano, lo llamaron. Desastre.
Franck lo experimentó, sin ficción ninguna, y decidió investigar respecto a las repercusiones a largo plazo que son susceptibles de padecer los habitantes del norte de Ucrania tras la explosión nuclear. Abrumado por los datos obtenidos y atormentado por las enfermedades de aquella niña, sintió el impulso de gestar el embrión Atomka a principios del año 2011.
¿Recuerdan lo ocurrido el 11 de marzo de 2011 en Fukushima? Sí, otro reventón. Y Franck, que se encontraba en pleno proceso de creación, tuvo que detener la escritura durante meses. Al retomar, inevitable incluir referencias de este último y tan impactante "accidente".
Tras la presentación de su último bebé, pasó al relato de su último embarazo: España es elegido como musa y los niños robados durante el franquismo su estímulo. Thilliez no desveló demasiado aunque sí ofreció pinceladas: madres solteras, pocos recursos, pasados complicados y un presente con posibilidad de reencuentro. Y todo por querer dar identidad a uno de los personajes.
Howard Chaykin
Soy el Van Morrison del cómic
Es realmente interesante escuchar la experiencia de alguien que es considerado (y se considera) un mito. Chaykin asiste por primera vez a Semana Negra para presentar su extensa obra y, de paso, para renegar públicamente de los superhéroes que llenan portadas y páginas de la mayoría de los cómics hace tiempo. Esos seres con capa, dice, y en ocasiones con trajes de sadomaso que se dan de hostias con gente que no conocen en vez de utilizar sus atributos para combatir y, en el mejor de los casos, solucionar los problemas de la sociedad. Realmente, deja claro su compromiso social, la preocupación de este presente en el que vivimos a nivel global. Mundial, si quieren.
Reclama una mayor implicación y responsabilidad de los creadores de historietas, como lo hace la literatura. Declara estar harto de encontrar viñetas rellenas con textos infantiles. Hay que pararlo, dice, con urgencia.
Es independiente e independentista. Aboga por su estilo propio, surgido de la honestidad a la hora de contar historias. Esto no aporta un consumo masivo de su obra, hecho del que se enorgullece y "me convierte en autor de culto". Es consciente de no ser demasiado querido en las editoriales del género pero sí muy respetado.
Con estas declaraciones, Howard no hace precisamente amigos y corre el riesgo de resultar pretencioso. Nada más lejos de la realidad. Tan solo diez minutos de rueda de prensa y se deja mirar. Muestra una realidad honesta que no pretende que sea la correcta ni esperada pero sí personal y basada en unos principios muy claros de, sobre todo, responsabilidad.
Se define como ateo de origen judío, socialista romántico y humanista. En Semana Negra, el niño rebelde del género.
Y los botones de la tarde, mi muestra:
Félix de la Concha conversa mientras pinta a Petros Márkaris |
Encuentro con Howard Chaykin conducido por Ángel de la Calle |
Rosa Ribas y Sabine Hofman presentan "Don de Lenguas" |
"Al acecho" de Noemí Sabugal |
Paco Camarasa presenta el "Twist" de Harkaitz Cano |
Yampi y su guitarra cerrando la Carpa del Encuentro |
Segunda tanda. Segundo pecado. Aviso: nuevo rehén.
¡Desmontemos a l@s avaricios@s!
Título que guardas en tu biblioteca en diferentes ediciones, por duplicado, triplicado...
Fernando Marías: Crimen y castigo
Marcelo Luján: Ana Karenina.
Juan Carlos Chirinos: Dos: Percusión, de José Balza, y El nombre de la rosa, de Umberto Eco.
Alfonso Mateo Sagasta: Me temo que El Quijote, pero no sólo porque me gusta sino porque he trabajado bastante sobre él.
Horacio Convertini: Mi biblioteca no difiere mucho de la de cualquier tipo común y corriente, por lo que no tengo ese rasgo acumulador o coleccionista. Pero de lo que nunca me desprendí fue de un libro con la firma y dedicatoria de un secretario general del Partido Comunista. Viejo recuerdo de una militancia antediluviana.
Ernesto Mallo: No pienso revelarlo, es mío, mío, mío
Rodolfo Santullo: Te diría que ninguno. Con los años he perdido la pasión del coleccionista. Guardo con cuidado algunos volúmenes que sé que no voy a conseguir fácil acá en Uruguay. "Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay" de Michael Chabon por ejemplo, o "From Hell" de Alan Moore y Eddie Campbell. No tengo nada en más de una edición.
Lorenzo Silva: El Quijote, por supuesto.
Juan Miguel Aguilera: “Dune”, de Frank Herbert. Tengo varias ediciones, en tapa dura, bolsillo, la edición de Acervo que es casi un objeto de colección…
Alberto González Ortiz: El señor de los Anillos; guardo la edición que me compré cuando apenas sabía leer y la edición coleccionista que me regalaron hace un año (y que releí estas mismas navidades...).
Víctor del Árbol: Tengo 3 ejemplares en diferente edición de "Cien Años de Soledad" de García Márquez. Una edición de bolsillo, una en tapa blanda y una en edición de lujo. Compro y leo todo lo que tenga que ver con Márquez. Es mi autor preferido con mucha diferencia.
Carolina Solé: Un libro de cuentos de Cortázar. Aunque sepa el final de todos, siempre me dejan sin palabras.
Edwin Umaña Peña: El Quijote, Cien años de soledad, La conjura de los necios, El nombre de la rosa, toda la obra del escritor brasileño Rubem Fonseca, entre otros.
Félix Ángel Moreno: La Celestina de Fernando de Rojas. La tengo en edición escolar, crítica, de bolsillo, de lujo, modernizada…
Luis Artigue: Poemas de la locura, de Hölderlin. Un genio que enloqueció pero escribió poemas durante su locura y no estaba loco mientras escribía. ¡Me fascina ese misterio!
José Javier Abasolo: Muchos de los clásicos (Cosecha roja, El largo adiós, El sueño eterno, El halcón maltés), pero más que a mitomanía se debe a que como aficionado al género negro hace años devoraba todas las colecciones que se publicaban y, como me gustaba tenerlas completas y muchas de ellas repetían obras y autores, fui acumulando ejemplares repetidos. Hoy en día, afortunadamente, soy más anárquico y ya no me importa tener colecciones incompletas, así que repito muy poco.
Sergio Mira Jordán: La novela Rebeca, de Daphne du Maurier. Dos ediciones y una tercera en original.
Emilio Bueso: Tengo todos los relatos de Lovecraft traducidos dos veces. Primero coleccioné la obra completa al castellano del míster y cuando Valdemar la sacó bien encuadernada me la hice regalar. Se supone que ahora tendría que desprenderme de algún libro viejo, pero paso. Me gusta tenerlos todos así.
Laura Estévez: No soy coleccionista, pero sí que hay novelas que, por circunstancias particulares, tengo en varios idiomas. Por ejemplo, de una autora poco conocida en España, Paullina Simons, me encantó "El jinete de bronce", una novela histórica ambientada en el sitio a Leningrado. Cuando supe que había segunda y tercera parte, pero que aún no estaban en español, tenía tantas ansias por leerlas que conseguí una de ellas en francés y la otra en inglés. Una vez tradujeron la segunda parte, la compré también en español. En alemán he comprado dos libros que me encantaron en su día, "La sombra del viento" y "El corazón helado", para practicar el idioma con historias ya conocidas, debido a la dificultad del alemán.
Eloy M. Cebrián: No soy bibliófilo. Lo que me atrae de los libros no es el continente, sino el contenido. De todos modos, lo que hace a un libro valioso es su singularidad, incluso hablando de bibliotecas privadas. Sí tengo algún libro repetido es porque primero lo compré la traducción y luego la edición original. Aunque ahora que lo pienso, había un libro... Pero mejor no pensar en ello, porque hace años que no lo veo. Creo que desapareció en el naufragio de mi divorcio.
Rafael Marín: Soy un coleccionista compulsivo de ediciones de Príncipe Valiente.
Carlos Quílez: 1200 almas de J. T.
Ignacio del Valle: El Gran Gatsby.
Dolores Redondo Meira: Los únicos libros repetidos son los clásicos,y no es por avaricia, es común tener algunos de colección, versiones escolares... mi mayor tesoro es PEQUEÑO TEATRO firmado por Ana María Matute .
Jon Arretxe: Ningún libro, alguna ópera sí, por ejemplo "Rapto en el Serrallo" de Mozart.
Javier Negrete: “El señor de los anillos”. Tengo la edición en tres tomos de Minotauro, la del Círculo de Lectores en un volumen, y la edición inglesa en un volumen con los apéndices.
Susana Hernández: Jajaja. Casi todos. Tengo mil versiones de cada novela y no me deshago de ninguna. Soy una sentimental.
Andreu Martín: Cosecha roja.
Pedro Tejada Tello: Tengo una colección de Crímenes ejemplares: desde que apareció en la revista Sala de espera en 1949 hasta la actualidad y suman casi 20 (por supuesto, contando las dos mías).
Sabine Hofman: Los duplicados que tengo en casa – A la recherche du temps perdu, La ciudad de los prodigios, Mythologies de Roland Barthes entre otros -- se deben, más que a la avaricia, a la pereza y a la curiosidad.
En la mayoría de los casos son la versión original y la traducción al alemán, mi lengua materna. Compré la traducción porque la versión original era difícil de conseguir (o difícil de leer), así que estaría más bien en la categoría de la pereza. Una vez tengo las dos versiones, sucumbo a la curiosidad, vicio leve. Empiezo a espiar al traductor: ¿Cómo ha traducido? ¿Cómo ha resuelto ese o aquel problema lingüístico?
Rosa Ribas: Por mi formación de hispanista, el Quijote. Tengo la edición barata de cuando estudiaba, una buena que me compré cuando empecé a trabajar, otra que me regalaron en un cumpleaños, una ilustrada y otra en alemán.
Noemí Sabugal: Salvo alguna repetición no buscada, ninguno. La avaricia está en la propia acumulación de libros.
Alexis Ravelo: Son varios. Sobre todo, Bartleby, el escribiente, de Melville, Rayuela, de Cortázar, Ficciones, de Borges y Crimen, de Agustín Espinosa.
Ana Merino: Proust, tengo varias ediciones de los diferentes tomos de "En busca del tiempo perdido", también repito muchos libros porque vivo en dos países...y me apasionan los libros....y entre ellos los cómics...pero los de Prous los recuerdo con un cariño especial ya que lo leí en esa edición de Alianza de bolsillo de hace dos décadas -tenía unos veinte años-, y luego salió una muy bonita en tapa dura que me compré....
Susana Vallejo: El conde de Montecristo.
Gonzalo Garrido: Suele ser por desidia más que por avaricia. A veces repito libros sin darme cuenta, libros que pueden estar en la biblioteca de mi padre o que compré hace muchos años. Uno que me llama la atención por su persistencia es Corazón tan blanco, de Javier Marías. Lo tengo en distintas ediciones y calidades.
Miguel Barrero: Podría citar varios casos. Quizás el más evidente sea El Quijote (tengo unas siete ediciones que van de lo clásico a lo pintoresco), aunque también tengo repetidos La Regenta, Volverás a Región, Rayuela, y seguramente algunos más que ahora mismo no recuerdo.