11.7.13

Desmontando la pereza

(Texto y fotografías: Laura Muñoz Hermida)


DESMONTANDO LA PEREZA
Los perezosos siempre hablan de lo que piensan hacer, de lo que harán; los que de veras hacen algo no tienen tiempo de hablar ni de lo que hacen.
(Goethe)


Vicio SN.
Pecado.
Perdición. 
Solo será capital si es capaz de dar origen a otros. Su magnitud no importa... 
¿Eres tú, Pereza?


William C Gordon
Mi padre era un enano emocional, sinvergüenza y mujeriego

Vestido de negro riguroso y tocado con sombrero del mismo color, William C. Gordon llega a Semana Negra con esos ojos azules que se clavan amables en el que se atreva a observar en su atuendo tan cine negro de los años 20. Bajo el brazo, la vida y hazañas de Samuel Hamilton en "Duelo en Chinatown", "El rey de los bajos fondos" y "El enano"
Ejerció de abogado, fue propietario de un bar durante 25 años y también oficial del Ejército de los Estados Unidos. Regentó un bar durante 25 años. La "culpa" de su vena artística le toca a su mujer: Isabel Allende. Ella le impulsó, dice, a escribir novela negra.
Es considerado por la crítica como el superviviente del género en estado puro, pues custodia la combinación de claves de la novela negra y en sus obras recupera el estilo y tono de los años sesenta. Odia incluir las nuevas tecnologías en sus obras como medio para resolver los casos policiales que plantea: sus protagonistas no necesitan un informe de ADN, un ordenador o un teléfono móvil. Hablan. Se comunican y descubren. (Re)unen pistas y sacan conclusiones. Todo está, dijo, en hacer un uso inteligente de la cabeza para ir dando respuestas a los interrogantes e ir resolviendo la trama para poder, finalmente, descubrir al asesino.
Quiso que Samuel Hamilton, protagonista de sus novelas, fuera periodista y no policía o investigador privado  justo para prescindir de la tecnología en las investigaciones que le hace llevar a cabo. Lo crea, en "Duelo en China Town", medio desangelado, tocado por la ruina y regado por el alcohol. Un protagonista que se siente y muestra fracasado. Es a partir de la segunda novela que Hamilton comienza a reaccionar cuando su vida mejora, siendo fácil para el lector notar la evolución del personaje en ese sentido. 
Asegura, parafraseando a Hemingway, que "toda novela es de algún modo autobiográfica" y su ejemplo más claro es "El enano", donde retrata a su padre que tildó de "enano emocional, sinvergüenza y mujeriego". En esa misma ficción, sitúa el personaje de la bruja amante del enano, inspirado en la asistente de su padre. Gordon es muy claro cuando declara que lo hizo por "venganza, porque la odiaba". No puede contener la sonrisa cuando acepta que el resultado no es el que esperaba: los lectores han manifestado su simpatía por el personaje a pesar de la mala imagen que él quiso que percibieran.


Se dirige a PITII, conductor de esta rueda de prensa, como "maestro" y no recuerdo ningún momento en que una sonrisa no estuviera entre sus palabras. 



Susana Hernández y Carolina Solé

Segundo round en los bajos del Hotel Don Manuel para escuchar dos voces femeninas: Hernández y Solé. Susana y Carolina. Las dos catalanas y ambas con sus últimos trabajos bajo el brazo. Las acompaña Paco Ignacio Taibo al principio y Ángel de la Calle después.



Susana Hernández trae la continuación de "Curvas peligrosas": "Contra las cuerdas" (Editorial Alrevés), la primera de una serie que protagonizan Miriam Vázquez y Rebeca Santana, dos subinspectoras. En esta segunda parte de la saga, Susana coloca a sus protagonistas a la búsqueda y captura de un asesino y violador donde surgen y mezclan conflictos emocionales.




En el caso de Carolina Solé, editada por Planeta, estamos ante el bautizo de su primera novela: "Ojos de hielo". Solé ha optado, valiente, por un escenario rural, en un valle. Ha obviado lo urbano que reconocemos como policial con esta publicación de apenas 4 meses de edad.
Carolina narra, en 700 páginas, el asesinato de un terrateniente, ubicando a sus personajes en diversos y numerosos enfrentamientos.



Tras las ruedas de prensa, un rapto. Gordon, William. Su sombrero, la playa. Palabras y conversaciones. La escena de un crimen.




Terminada la sesión, el programa semanero continúa. Cargadito. Milimetrado. Mesas redondas, presentaciones, encuentros literarios y entrevistas.



Carolina Solé presenta "Ojos de hielo"


Susana Hernández y su "Contra las cuerdas"
"La estrategia del pequinés" de Alexis Ravelo. Presenta Fran Sánchez
"Blue Christmas" de José Luis Correa
Víctor del Árbol presenta "Respirar por la herida"
Félix de la Concha entrevista y pinta a Juan Madrid
Encuentro con William Gordon


Pedro Salmerón y "La cabeza de Villa". Presenta PIT II


Mesa redonda Ahora Latinoamérica en género negro


Edwin Umaña, Rodolfo Santullo, Juan Carlos Chirinos y Horacio Convertini
Mesa redonda Nuevos formatos, jóvenes autores
Guillermo Saccomanno presenta "Cámara Gesell"


Y para no perder ni cambiar costumbre, a descuartizar secretos y vicios ajenos:

¿Desmontemos a l@s perezo@s!
Novela/ensayo/antología que no hayas sido capaz de terminar o que no te ha “llamado” para comenzar a hacerlo.


Fernando Marías: "Conversación en la catedral". Lo intenté una sola vez, no me excitó lo suficiente como para volver a intentarlo.

Marcelo Luján: No pude terminar Luz de agosto, de Faulkner. Siempre vuelvo a interntarlo y siempre vuelvo a fracasar.


Juan Carlos Chirinos: Sin duda, El jinete polaco, de Antonio Muñoz Molina: siempre, cuando voy por la página cien, me doy cuenta de que, literalmente, no he entendido nada.


Alfonso Mateo Sagasta: En busca del tiempo perdido. Sólo leí los dos primeros volúmenes en la edición de Alianza. Es una asignatura pendiente.


Horacio Convertini: Como autor: tengo a medio escribir una novela que se llama “Diez rounds”. La idea ya fue un guión de cine, una mención en “La soledad del mal” y ahora es un borrador de ochenta páginas que no avanza. Abandoné al protagonista cuando llega a su pueblo dispuesto a pelear por su vida y por un botín millonario. Y jamás pude avanzar. Igual, la historia sigue viva en mi cabeza. Como lector: “Rayuela”, de Cortázar. El truquito de poder leerla siguiendo cualquier orden de capítulos ya me enfrentaba a una noción de caos que superaba mi modesta inteligencia. Y las primeras páginas tampoco me enganchaban.

Ernesto Mallo: Durante por lo menos 15 años comencé no menos de diez novelas que se me morían en la página 40.

Rodolfo Santullo: Buf, decenas. Tengo en espera tantos títulos que para qué enumerar. Me está dando vueltas en la cabeza escribir un western ambientado en el Uruguay de 1955, un ensayo sobre la historieta uruguaya posdictadura, varias novelas gráficas, en fin, de todo.

Lorenzo Silva: La integral de Dan Brown.

Juan Miguel Aguilera: “El Señor de los Anillos”, de J. R. R. Tolkien. Lo he intentado muchas veces, y cada vez consigo llegar un poco más lejos, pero finalmente desisto. Y lo peor es que estoy convencido de que es una gran novela, así que sin duda el problema es mío.

Alberto González Ortiz: Todas las grandes novelas rusas, por dos razones: por ser, en general, novelas de grandes proporciones (cosa que cada vez aguanto menos) y por tratar, de nuevo, en general, de temas y personas a las que nunca saludaría si tuviera ocasión.

Víctor del Árbol: No he podido acabar nunca el Ulises de Joyce. En realidad, apenas he logrado pasar del primer tercio. Lo he intentado en distintas etapas de mi vida, pero nunca me ha hecho sentir nada emocional.

Carolina Solé: Novela/ensayo/antología que no hayas sido capaz de terminar o que no te ha “llamado” para comenzar a hacerlo.
Una confesión: hace años acababa todo lo que empezaba, por principio. Desde que cumplí los cuarenta decidí que la vida es muy corta, que me va quedando menos tiempo para perder. Así que, si no me atrapa, lo dejo, sin culpa ni arrepentimiento, porque tal vez simplemente no sea el momento de ese libro. Para leer necesito un estado mental y emocional determinado. A veces no se dan las circunstancias para disfrutar ciertas lecturas.

Edwin Umaña Peña: Las últimas novelas de Vargas Llosa, es decir, todas las que ha publicado desde 1990.

Félix Ángel Moreno: Algunos de los relatos de Borges. Tienen  la virtud de producirme dolor de cabeza.

Luis Artigue: Me aburre todo de James Joyce salvo el último cuento de Dublineses.

José Javier Abasolo: "Mazurca para dos muertos", de Camilo Cela, y uno de Lucía Etxebarría que, si no recuerdo mal, se titulaba "Lo verdadero es un momento de lo falso". También me ha ocurrido recientemente con una primera novela de un joven escritor, pero prefiero no citarle. Creo que quienes están empezando se merecen el apoyo y la indulgencia que los demás también tuvimos cuando publicamos nuestras primeras novelas.

Sergio Mira Jordán: Lo intenté en mi adolescencia con El señor de los anillos; pude terminarme la primera parte a duras penas, pero ya no pude seguir más allá. Desde entonces, soy más selectivo con lo que leo.

Emilio Bueso: Todavía no me he leído entera, de cabo a rabo, una de las mil compilaciones de relatos que hacemos los autores del panorama nacional de la literatura de género: siempre que abro un libro de esos acaba apareciendo, más tarde o más temprano, un cuento que me niego a terminar... La cosa está empezando a mosquearme, habida cuenta de que yo mismo he integrado media docena de iniciativas de esas.
¿Novelas que yo no haya terminado? Pues... La gran mayoría de las que abro.

Laura Estévez: Casi hasta me avergüenza decirlo, sobre todo porque desde bien joven he sentido predilección por la literatura hispanoamericana, pero he sido incapaz de pasar de la página 20 de "Cien años de soledad". Lo he intentado más o menos una vez al año desde los 15 ó 16, y he decidido que algún día me llamará... o no.

Eloy M. Cebrián: "Cómo hablar de los libros que no se han leído", de Pierre Bayard. Sin embargo, creo que es un libro magnífico y lo cito con frecuencia.

Rafael Marín:  Desde Los pilares de la Tierra a Millenium... docenas.

Carlos Quílez: El codigo da Vinci. 

Ignacio del Valle: Faulkner me parece un pesado.

Dolores Redondo Meira: Ulises de Joyce...lo terminé, por una cuestión puramente formativa.... Pereza.

Jon Arretxe: Una vez que he comenzado una lectura, me fastidia dejarla, así que me obligo a mí mismo a acabarla, aunque sea un suplicio, dándole la oportunidad de que en algún momento llegue a sorprenderme.

Javier Negrete: El “Ulises”. Pese a las recomendaciones de un par de amigos, me da una pereza tremenda. (Además, a cambio de esas dos recomendaciones debo tener unas treinta antirrecomendaciones…).

Susana Hernández: Un montón, me temo.

Andreu Martín: Ulises de Joyce y muchos, muchos otros. 

Pedro Tejada Tello: Puf, muchas, porque el tiempo no está para perderlo entre costuras o a la sombra de Grey. Todo lo que huela a best seller me echa para atrás.


Sabine Hofman: La verdad es que hay muchos, entre ellos Ulysses de James Joyce, Die Theorie des kommunikativen Handelns de Habermas. 

Rosa Ribas: Hay muchas. Pero ya que estamos de confesión de pecados, reconoceré que me dan una pereza tremenda los escritores nórdicos de novela negra.

Noemí Sabugal: Camino, de Escrivá de Balaguer. No soy capaz de pasar del aforismo veintidós, no sé por qué.

Alexis Ravelo: Muchísimos. De entre los más prestigiosos, las novelas de Proust siempre se me han caído de las manos.

Ana Merino: Pufff...Nno me acuerdo... Los libros que no he sido capaz de terminar, no soy capaz de recordarlos..

Susana Vallejo: Muchos. Los he olvidado. Tengo una RAM muy limitada.

Gonzalo Garrido: Muchas. Todas las de Pío Moa, por ejemplo. 

Miguel Barrero: Hacia el invierno de 2001, y muy tímidamente, comencé a esbozar una novela que sólo pude terminar hace unos meses. Creo que 12 años no es mal promedio.


Silvio GalizziUlises de Joyce.

Guillermo Saccomanno: Los de Pereda.



Infinitas gracias a todos los rehenes que, queriendo o sin querer, (me) pusieron el secuestro fácil.