(Texto Carmen Moreno)
Veo a Paco Ignacio Taibo II paseando por el recinto de Semana Negra. Me acerco a él y le pregunto si podríamos hablar cuando tenga un hueco. Inmediatamente, me sonríe y me propone hacer la entrevista en ese mismo momento. Sólo hay un condición: dejarle un segundo para que pueda comprar una Coca-Cola.
Es obvio que "el jefe" está contento, está relajado. Nunca antes, debo confesarlo, había visto una sonrisa tan blanca y tan abierta en él, el creador del festival mas negro.
-Este es tu primer año como visitante de Semana Negra
El año pasado ya fui medio visitante.
-Se vive de manera diferente, no?
Completamente. En primer lugar, y eso tú lo sabes bien, tienes que aprender a no conectar con el día a día del trabajo. El día a día de la Semana era dinamita.
-Desde luego se te ve mucho más relajado.
Absolutamente. Vengo, sonrío, doy palmadas en la espalda. Doy opiniones ilustradas sobre temas que a nadie interesa y sobre los que nadie me pregunta, compro libros, gozo la Semana a nivel de festival. Me preocupaba ver cómo conectábamos con la España de la crisis profunda y, bueno, confirman lo que pensaba desde lejos: Semana Negra es el festival que conecta con la España de la crisis profunda. Las propuestas que sostuvimos durante veinticinco años, ahora, más que nunca, vibran a la vez que una sociedad desesperada: libros baratos, muchos debates, fraternidad entre colegas, solidaridad con los sectores más afectados por la crisis… Estos fueron las razones de ser de la Semana Negra desde el principio.
-Se te acusó de ser muy político en Semana Negra, ¿te molestó?
Yo creo que era la crítica correcta. Yo soy como soy, digo las cosas que quiero decir, le daba al festival un tono muy claro para eso era el director: los festivales tienen un director para que los dirijan, no para simular que lo dirigen y, además, la realidad confirmaba que yo no estaba equivocado. Año tras año se confirmó que Semana era el tipo de festival que queríamos. Queríamos una fiesta popular, ideológicamente muy teñida de rojo, y de reflexión social. Si la literatura no sirve para eso, entonces no sé para qué puede servir. En ese sentido, me mantuve en mis trece, no cedí ni un milímetro que era lo que les molestaba.
-Este año, además, se nota mucho el compromiso de los escritores, como Markaris, Ernesto Mallo, tú mismo y nadie se está cortando…
Nunca se cortaron y ahora menos. Nunca negociamos, nunca nos ablandamos, nunca sonreímos al sistema. Vinimos y dijimos lo que pensábamos y, ahora, más.
-¿Entendiste alguna vez la literatura como una manera de divertirse?
No. En principio no tengo nada en contra de que la literatura sea material de diversión en el mejor sentido de la palabra. Pero la diversión se puede entender de dos maneras. Se puede entender como desvío de la mirada de la realidad, o mirada a la realidad cargada de humor crítico, sátira. Me parece que no son contradictorias. Yo nunca vi contradicción entre la feria y el festival. Nunca la vi, nunca la quise ver y, cuando me la señalaron, me negué a aceptarla. Cuando nos acusaron de estar plagados de churrerías, yo dije: “Bueno, sí, ¿y qué?” Y que si no les gustaba se equivocaron de festival, y podían volver a las aulas universitarias. Este no es su lugar. No hacemos festivales para todos. Como diría Blas de Otero: “Hacemos festivales para la inmensa mayoría”.
-El año pasado se pudo y se quiso acabar con Semana Negra.
Se intentó y no era la primera vez, era la décima.
-Pero, quizá, el año pasado se pasó más miedo.
No demasiado, aprendimos a vivir en este clima de lo hacemos año a años, si el año que viene no nos dejan, se acabó, la ciudad se lo pierde. Cualquiera que niegue que este festival es fundamental para Gijón, cualquiera que niegue que la Semana Negra es un referente internacional de un modelo de festival nuevo, creo que debemos discutirlo con gusto. Estoy dispuesto a darle “palos” a todo el que se arrime. Y ahora, aún más, en mi condición de director retirado.
-Además, le han salido muchos hijos a Semana Negra.
Por todos los lados.
-Es un orgullo, ¿no, Paco?
Claro, claro. Y no sólo eso, mi gran orgullo es haber creado un equipo que puede pasar de mí olímpicamente y sigue con el mismo modelo de festival con toda coincidencia, con la misma malicia que siempre. Ese es mi gran orgullo: haber creado un equipo que está detrás de una propuesta, no detrás de una persona.
-¿Cuántos libros traes este año a Semana Negra?
Uno nada más, aunque dentro de poco en España saldrá otro.
-¿Qué te mueve para seguir escribiendo?
Si no escribo me muero, directamente. Mientras tengas cosas que contar, las contaré. Cuando no tenga nada que contar, me dedicaré a vivirlas. Este año traigo el cómic Pancho Villas toma Zacateca. Soy autor de un cómic, estoy orgullosísimo.
-Si ahora tuvieras que volver a montar Semana Negra…
No me hagas eso. ¿Qué te he hecho yo para que me hagas eso? Te he invitado cuando eras periodista joven, cuando eras pequeña… No me hagas eso (ríe).
-Bueno, imagínalo. ¿Qué harías diferente, qué incluirías, de qué prescindirías?
Incorporaría los videojuegos. Me parecen una vertiente de creatividad muy potente que nunca tratamos.
-Debes ser de los pocos escritores considerados “serios” que defiende los videojuegos.
Sí, claro. Yo estoy en el ranking mundial de “Civilización II”. Uno está lleno de sorpresas: aparte de dar mítines subversivos , estar construyendo el gran partido de la izquierda mexicana, dedicándole veintiocho horas de las veinticuatro, escribir un cómic, y venir de invitado a la Semana Negra, o la feria del libro de Los Ángeles o a la de Panamá, a la que voy en un par de semanas, estoy en el ranking mundial de “Civilización II” (ríe de nuevo). Y soy el biógrafo del Che, jódete. ¿Sabes cuál es la clave? Muévete a tanta velocidad que cuando salgas en la foto, salgas un poco borroso.
-Si fueses español, o vivieses en España, ¿harías el mismo tipo de literatura? Ya sé que ser de una u otra parte nos determina.
No. Estoy muy marcado por mi vivencia mexicana. Aquí, en España, estaría buscando vetas que no se están buscando. Estaría intentando hacer la nueva novela de aventuras.
-¿España es un país de aventuras?
No, España es un país sin aventura, por eso hay que escribir novela de aventuras. España es un país en el que el conservadurismo tocó el fondo y el fondo no es la propuesta política conservadora de la derecha y de la izquierda, es la propuesta conservadora del ciudadano: voy a diseñar mi vida, voy a tener dos hijos, uno hembrita y el otro machito, si van a llamar Mariló y José Luis y voy comprando el piso para dentro de cuarenta años haber pagado la hipoteca y él va a trabajar de súper numerario en el ayuntamiento. Ese modelo que no tiene que ver con el bienestar, sino con la rutina y la vida obligada, caló profundamente en esta sociedad. A esta sociedad el franquismo le mató el alma, no sólo le mató la organización social. Asturias fue en los años 30, y te lo digo porque acabo de reescribir el libro del 34 y fue pasión pura escribir ese libro, fue la efervescencia de la clase obrera culta, activa, pensante, solidaria, fraterna hasta la muerte o la locura. Aquí la ilustración no la hicieron los ricos, ellos sólo compraron cuadros y los escondieron en las partes oscuras de sus casas; aquí la hicieron los orfeones populares, las bibliotecas del pueblo, las conferencias en el prau comiendo tortilla y leyendo a Bakunin… Aquí la ilustración fue proletaria y maravillosa, y el franquismo mató esta voluntad del cambio profundo, del pensamiento utópico, que está íntimamente ligado a la novela de aventura. Por eso, yo estaría escribiendo novelas de aventuras.
-¿Qué culpa tienen los escritores españoles?
Ninguna. Ahí, cada cual que se rasque sus piojos con sus propias uñas. Hubo una generación de escritores en España que quería contar y fue desgastada por el tiempo, por la sociedad del pseudo-bienestar, el best seller, el mercado, los cócteles en las editoriales, los mecanismos de venta y una buena parte se desgastó. Si Vázquez Montalbán estuviera entre nosotros te estaría diciendo lo mismo que te estoy diciendo. De ellos han sobrevivido los que andan por Semana Negra, los que cultivan “literatura de género”, los que van a las esquinas para contar el centro, los que hacen ciencia ficción, fantasía, la historia, la policíaca una manera de atacar la supuesta centralidad del bienestar que se está cayendo en pedazos. El teatro se está yendo a la mierda. El decorado de la sociedad española se está desmoronando. Pero, en el proceso, se llevó la gloria.
-¿Crees que puede la literatura, si no salvarnos, ayudar a que el ser humano salga de esta crisis no sólo económica, sino también intelectual y espiritual?
Un buen libro te cambia la vida, partamos de ese supuesto. ¿Por qué te digo esto? Porque lo sé. A mí me han cambiado la vida cientos de libros. Me la cambiaron mucho, un poco, me la cambiaron con efecto retroactivo, la frase se quedó y volvió con el paso de los años, la reflexión estaba ahí, los fantasmas que me dejó viven conmigo… En esa medida, los buenos libros construyen pensamiento crítico y, con esto, no te quiero decir los que explícitamente son libros que hacen grandes narraciones épicas. Incluso las narraciones minimalistas construyen pensamiento crítico. Esta sociedad necesita como nunca pensamiento crítico y pensamiento utópico.